El concepto de Mesoamérica es una clasificación que han utilizado los historiadores para definir una cierta área del continente americano donde se han encontrado culturas que comparten cierto tipo de características, aunque no sean idénticas. Y a su vez, este grupo separa a otras culturas del continente, como puede ser del actual norte de México y sur de EE. UU., llamado en ocasiones Aridoamérica1 y que a su vez las distingue de las culturas de Centroamérica, Caribe y selvas, así como las Andinas2.
Esta clasificación es propuesta por el antropólogo Paul Kirchhoff que al estudiar las culturas originarias de América, decide agruparlas por características similares. Una de las clasificaciones más claras es la de separar Mesoamérica de Aridoamérica. Posteriormente, de la región de Aridoamérica se separa un oasis con características climáticas distintas a la mayoría del norte de México y sur de Estados Unidos y se le clasifica como Oasisamérica. Este territorio está conformado por lo que en el presente llamamos Nuevo México y Chihuahua, principalmente y en menor proporción algunos territorios de Texas, Sonora, Coahuila, Colorado e incluso Arizona y Nevada. Para aquellos lectores que quieran ampliar su conocimiento de Aridoamérica, hemos publicado recientemente en El Humanista otro artículo enfocado en esa región.

A pesar de que la clasificación de Kirchhoff ha sido popular y ha permanecido vigente en el tiempo, no ha estado libre de detractores. Una de las críticas que más se le ha hecho a su propuesta fue la de no enlistar las pirámides como una de las características de las culturas de Mesoamérica. Por lo mismo, el antropólogo en su introducción a la segunda edición de su libro “Mesoamérica. Sus límites geográficos, composición étnica y caracteres culturales”, hacen una aclaración respecto a que en su trabajo no se haga mención de rasgos “tan fundamentales y característicos de la civilización mesoamericana como la pirámide”3. En su defensa, Kirchhoff nos recuerda que las culturas mesoamericanas no son las únicas que han resuelto el problema de realizar estructuras de gran tamaño de forma piramidal y que las encontramos también en África, en Medio Oriente y en Asia. Y por ende, no es una característica aislada que pertenezca solo a Mesoamérica. Por lo mismo, podemos considerar su texto y su clasificación como una propuesta interesante, pues sabemos que las clasificaciones irán más allá de un rasgo arquitectónico, que, aunque importante, no es exclusivo de Mesoamérica.

El autor explica en su texto que, previo a sus clasificaciones, la separación del territorio americano y sus culturas solía hacerse ya sea basada en geografía política o en biogeografía. Sin embargo, ninguna de ellas correspondería del todo con una clasificación ajustada. Primero porque la geografía política ha cambiado mucho y lo que hoy son países establecidos tienen fronteras un tanto arbitrarias. Es decir, no se han realizado con base en la división cultural y étnica de las culturas prehispánicas. Y, por otro lado, porque la biogeografía tampoco es exacta para una correcta clasificación y de hecho, “carece de todo significado preciso”4.
La clasificación geográfica existente tiene una cierta lógica, pues agrupa las culturas indígenas en 5 grandes zonas, principalmente basado en su “desarrollo” como cultura. Y los divide en:
Los recolectores, cazadores y pescadores de Norteamérica.
Los cultivadores inferiores de Norteamérica.
Los cultivadores superiores (“altas culturas”).
Los cultivadores inferiores de Sudamérica.
Los recolectores y cazadores de Sudamérica.5
Sabemos que las características de Norteamérica son distintas a las del sur de México y Centroamérica. No es de sorprender que aunque hayan existido culturas en esas latitudes (petroglifos en Nuevo León, pinturas rupestres en Baja California Sur, etc.) su búsqueda constante de agua y alimento haya propiciado una forma de vida distinta a las del altiplano y todo el sur hasta la actual Nicaragua.
La clasificación presentada por el autor, basada en una serie de estudios iniciados por el Comité Internacional para el Estudio de Distribuciones Culturales en América, propone una aproximación orientada en los caracteres culturales, siendo estos:
Elementos exclusivos o al menos típicamente mesoamericanos
Elementos comunes a Mesoamérica y a otras superáreas culturales de América.
Elementos significativos por su ausencia en Mesoamérica.6
Esta propuesta del Comité, si bien es de 1943, me parece una forma original de ver a través de nuevos prismas a nuestras culturas prehispánicas. Lo que se conocía de estos pueblos originarios hace 100 y 200 años será sin duda distinto a lo que conocemos hoy en día. Las aportaciones de nuevos descubrimientos arqueológicos nos pueden aportar mayores datos para comprender y reclasificar de una mejor manera estas áreas de lo que hemos llamado Mesoamérica.
Catalogar y clasificar con datos cada vez más claros, sin duda nos da las habilidades para poder hacer nuevas relaciones, tanto en el aprendizaje y la comprensión, como en la enseñanza y difusión de estas culturas.
Fuentes:
Eggers-Brass, Teresa et al., Historia II: América indígena y la expansión europea. 2a ed. Maipue, Argentina, 2009.
Kirchhoff, Paul. Mesoamérica. Sus límite geográficos, composición étnica y caracteres culturales. Al fin liebre Ediciones Digitales. Xalapa, México, 2009. Disponible: http://alfinliebre.blogspot.com
Manzanilla, Linda et al., Atlas histórico de Mesoamérica, Larousse, México, 2003.
1 Manzanilla, Linda et al., Atlas histórico de Mesoamérica, Larousse, México, 1989, p. 40.
2 Eggers-Brass, Teresa et al., Historia II : América indígena y la expansión europea. 2a ed. Maipue, Argentina, 2009, p. 24.
3 Kirchhoff, Paul. Mesoamérica. Sus límite geográficos, composición étnica y caracteres culturales. Al fin liebre Ediciones Digitales. Xalapa, México, 2009, p.1. Disponible: http://alfinliebre.blogspot.com.
4 Ibid, p.2
5 Ibid, p.3
6 Ibid, p.8