Por: Isabel Velazco, Arturo Marín Viramontes, y Luis Carlos Rascón
Roberto Valencia Molina es estudiante de la carrera de Ciencias de la Información en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACh) y actual campeón de ajedrez de su facultad. Vive con parálisis cerebral, condición que no le impide asistir regularmente a clases, aunque sí implica retos significativos en su movilidad y, lamentablemente, lo ha expuesto a situaciones de discriminación.
Su talento lo ha llevado a figurar en el ranking de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), con mil 536 puntos, compitiendo a nivel mundial con los mejores jugadores del deporte ciencia.
Sin embargo, para entender plenamente el esfuerzo que representa su día a día, es necesario reconocer que las instituciones y las ciudades no están plenamente diseñadas para facilitar la movilidad de personas con discapacidad. Además, persiste una falta de cultura del respeto y la empatía hacia quienes viven con estas condiciones.
Roberto reconoce el respaldo que ha recibido por parte de las autoridades, docentes y gran parte de la comunidad estudiantil de la FFyL. Gracias a este apoyo, ha podido tomar clases en espacios accesibles para su silla de ruedas y realizar sus exámenes con las adaptaciones necesarias. Sin embargo, todavía existen barreras físicas y sociales que dificultan su plena inclusión: rampas complicadas, banquetas mal diseñadas y actitudes discriminatorias que marcan la diferencia entre la inclusión real y la simulada.
Una de esas situaciones ocurrió en la concurrida cafetería del Campus 1 de la UACh, espacio compartido por estudiantes y maestros de varias facultades. En un momento de gran afluencia, Roberto intentó colocar su charola en el área destinada, pero un hombre le bloqueó el paso, negándose a cederle el lugar pese a su solicitud. Este acto de insensibilidad indignó a muchos miembros de la comunidad, entre ellos a Yamel Viramontes, jefa del Departamento de Psicopedagogía y coordinadora de tutorías, quien expresó su admiración por Roberto, a quien considera “el mejor alumno con discapacidad con el que me ha tocado trabajar”. Destacó su independencia, disposición y capacidad de trabajo: “Solo pide ayuda cuando es absolutamente necesario”.
Sus compañeros también lo valoran y respetan. Suzeth Solares, quien ha compartido clases con él, destaca su carisma y el cariño que genera entre sus compañeros, quienes lo llaman afectuosamente “Robert”. Reconoce que, aunque aún existen actitudes discriminatorias, la comunidad estudiantil hace un esfuerzo genuino por incluirlo y acompañarlo.
El maestro de inglés, Joel Luna, también habla con admiración sobre Roberto: “Es un alumno ejemplar, puntual, participativo y comprometido con su aprendizaje. Aunque enfrenta dificultades en el habla, siempre encontramos formas para que realice sus exámenes y trabajos, con apoyo de la comunidad y de los recursos disponibles”.
La historia de Roberto no solo es la de un estudiante brillante y un ajedrecista con futuro, sino la de un joven que día a día desafía obstáculos físicos y sociales con inteligencia, dignidad y sentido del humor. Su presencia en las aulas no solo enriquece el ambiente académico, sino que invita a reflexionar sobre la necesidad de construir una universidad más accesible, empática y humana.