
ACTO 1 | LA INEXISTENTE NORMATIVA.
Parece errado decir que siempre han existido normas gramaticales o estructuras académicas para la formación correcta de las oraciones, y lo es. El lenguaje es un elemento fundamental en la comunicación del ser humano, que ha estado presente desde sus inicios. A lo largo del tiempo, el uso de los distintos medios de comunicación, se han visto modificados con base en las necesidades de las sociedades. La lingüística es una ciencia social que se encarga del estudio de estos cambios, de las transformaciones y de los cambios de paradigmas. Al ser una ciencia social, parte de estas normativas se ven modificadas por los cambios sociales y de la misma evolución del lenguaje. La historia pasa por algo semejante. Fuera del círculo técnico que rodea a la historia como una ciencia académica, el uso de un tecnicismo puede pasar desapercibido como palabra ordinaria. La propia palabra «historia», cuenta con dos significados dependiendo del contexto dado: historia, como la realidad de lo histórico, de lo sucedido, y la disciplina que estudia dichos eventos.
Lo que diferencia a ambos aspectos es la profundidad de sus ámbitos. El trabajo de un historiador es más complejo que solo conocer los eventos transcurridos en un determinado periodo de tiempo. Se tiene la tarea de analizar con profundidad los acontecimientos para, con base en estos, dar una explicación con fundamentos de un contexto visible. No se «escribe» la historia, se «teoriza» sobre ella. Lo histórico no es solo una «sucesión» de «acontecimientos» como lo plantea la definición cotidiana de la palabra, y el historiador no es solo un «contador de cuentos». Un significado más aproximado, tiene que ver con lo que interpretamos como un «proceso histórico». Es decir, una confluencia de la sociedad y el tiempo, un evento trascendental o bien relevante, que modifica o influye en el mundo.
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ACTO 2 | LAS INTERPRETACIONES DE UNA NARRATIVA HISTÓRICA.
Un ejemplo de la modificación de los términos a lo largo del tiempo por los contextos sociales, es la manera en la cual se interpretaba la historia. En el pasado, solo existía la historia única de los «grandes hombres». Aquella que relataba la vida de los reyes, de los personajes destacables o de las naciones poderosas. Hoy, se percibe un nuevo método: la «historia general» de todos los hombres. Aquí, todo es relevante. La historia y vivencias de incluso los habitantes de un poblado, forman parte de la rama del árbol que desencadenaría un evento único. La historia general representa el proceso de la experiencia humana completa. Todo un proceso temporal de carácter secuencial en la periodización de la línea del tiempo y que sirve como un pilar de estudio para reforzar el análisis de los periodos y hechos. Julio Aróstegui, un historiador español conocido por sus aportaciones críticas a la memoria histórica, a lo largo de su escrito «Historia e historiografía: los fundamentos», hace un énfasis en la manera que cambia el significado de las palabras. Coloca la palabra «historia» como un punto de arranque para entender los fundamentos de la materia.
Heródoto emplea el término «istorie» como la designación para la «investigación» de la «historia». Aróstegui amplía mucho más su significado: el principal problema de la palabra es que es empleada en dos eventualidades; el estudio de la realidad donde el hombre es partícipe, y el conocimiento o registro de los sucesos que señalan dicha participación. «Un asunto es la narración de eventos… y otro es el ‘análisis social de la dimensión histórica’», menciona en uno de sus apartados. La historiografía entra en vigor. El trabajo de la historiografía es la investigación, escritura y el análisis de la realidad de un hecho. Tal cual se ha explicado al principio de este texto, se aleja de la primera definición, la más «cotidiana», de la historia. Su surgimiento significa una distinción en la manera en que se interpreta y comparte la materia. Da pie a la diferenciación de los términos, dejando a la palabra «historia» como un englobe de los períodos y a la historiografía, como los escritos e investigaciones.
Julio Aróstegui afirma que, en la actualidad, el trabajo del historiador se ha facilitado, ocasionando la cotidianidad de las palabras y la interpretación de los hechos, diluyendo su profundidad. Difiero en algunos aspectos. Coincido con que el tratamiento de las temáticas abordadas, pueden ser vistas con menos profundidad si el historiador no tiene las facultades y las herramientas apropiadas para el análisis y comprensión de los eventos; «el historiador ya no analiza», declaró, y puedo entender su postura. Sin embargo, no comparto la opinión de la «facilidad» de los términos o textos. Un aspecto importante que caracterizó a los primeros historiadores, como Heródoto o Tucídides, es el trabajo que tuvieron en dar a «conocer» los eventos y «transmitirlos» con facilidad hacia sus oyentes. Un lenguaje menos formal, no significa una información o análisis menos completo. Solo, quizás, se traduzca en un mayor público objetivo.
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ACTO 3 | LA HISTORIOGRAFÍA Y EL HISTORIADOR.
La historiografía puede ser interpretada como un punto de ruptura. Mediante ella, se separa el conocimiento cotidiano de lo académico. A diferencia de su manera vista como una ciencia puramente social —es decir, la formación de los relatos—, esta rama cuenta con un lenguaje técnico propio que es influenciado solo por el círculo social de los docentes y académicos. Pero, tal cual se ha estipulado con anterioridad, el campo «privado» no se ve alejado de su contraparte pública. Los libros de texto, la formación de los escritos, el estudio de las fuentes primarias de información, todos son creados o analizados desde una perspectiva académica. Incluso el paso de dicha información, como lo es en la escolaridad, los centros académicos o las exposiciones de museos, cuentan con la influencia de esta rama.
La historiografía es uno de los apartados más relevantes en la materia académica de la historia. Es el núcleo de la interpretación de los hechos. Todo un conjunto de estudios, análisis y redacciones que dan inicio a la historia académica. En otras palabras, se trata de la culminación de la disciplina y su metodología acompañada de ciertas características humanas en el análisis y reflexión de los hechos. «La historia gris». Este es quizás el aspecto más llamativo que se ve reflejado en los fundamentos de la historia. Gris es porque es, mediante el conocimiento pasado, desde una perspectiva ajena y no juiciosa, que se pueden conocer las repercusiones en el presente, y aprender a preservar el futuro. La creación de los artículos académicos, de las narrativas históricas y del uso mismo de la historia como un medio de divulgación, trae consigo la compresión de los eventos pasados. La definición que más resalta entre todas, es la que remarca la labor del historiador como un relatador de hechos, de la historia general de los hombres y de la creación de discursos historiográficos desde una perspectiva externa que tiene como fundamento la investigación detallada de las épocas, y así, poder compartirlo con el mundo.
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—BIBLIOGRAFÍA—
- Aróstegui, Julio. 1995. Historia e historiografía: los fundamentos. En La investigación histórica: teoría y método, 12-38. Editorial Barcelona.
