
ACTO 1 | EL POPULISMO DE LA ÉPOCA.
Un aspecto que siempre me ha llamado la atención durante las campañas electorales de los partidos políticos, es la manera con la cual intentan demostrar, con bastante fiereza, que tan apegados están a la realidad del ciudadano mexicano y de los sectores más marginados en el país; mucho de esto, como una estrategia para contar con el apoyo durante y después de las elecciones. La victoria de Lázaro Cárdenas en las elecciones de 1934 es un gran ejemplo. Fue la elección «popular» del pueblo. El populismo de esa época puede definirse como un movimiento político que contó con el apoyo de las masas, de las clases trabajadoras urbanas y/o campesinas; pero que no fue un producto de un poder de cualquiera de los dos sectores. El «movimiento populista» se forma entonces, con elementos salidos de cada una de las diversas clases sociales y generalmente, acompañado de la aparición de un líder proveniente de la clase media descontenta que dice y asegura ser un igual que lucha por la liberación y el desarrollo. Sin embargo, en algunos casos, puede ser visto como una técnica más de manipulación e influencia de las masas.
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ACTO 2 | EL PRIMER PERIODO POPULISTA.
El primer periodo populista en México va de 1934 a 1940, aunque parte de sus elementos principales pueden ser vistos en años anteriores como una profecía anunciada de lo que sería la razón de la victoria de Lázaro Cárdenas. Durante el periodo revolucionario y pocos años después de su conclusión, para los campesinos la toma de la presidencia representa poca diferencia, sin importar qué organización domina el país. Se encuentran directa o indirectamente bajo el control de alguna facción política. Incluso cuando se inician transformaciones agrícolas a su beneficio, deben cuidarse y tratar de formar parte de aquella que sea la más fuerte en la región donde se resida para evitar la persecución. Las promesas de tierra, ganado y apoyo económico solo son otorgadas si se le muestra apoyo al partido político, de lo contrario, se les solía castigar con la remoción de la tierra otorgada, impuestos o leyes restrictivas, y el sacrificio del ganado o la destruccion de la cosecha por parte del grupo político en poder. En pocas palabras, los campesinos debían estar siempre apelando al presidente de la República, al secretario de Agricultura o a cualquier otra oficina que les pudiera brindar protección.
Tras el triunfo de la «Revolución Mexicana» y durante el mandato de Elías Calles, surgen varios grupos políticos que buscan brindar apoyo a determinados candidatos. Uno de ellos es el «Partido Nacional Revolucionario» que surge como representante de las clases medias, de los obreros y campesinos. Contrario a lo que quería Calles en la represión de las entidades rurales o de su miedo al poder religioso como un propio grupo político, el PNR nace como un organismo fuerte y popular que ondea una bandera en nombre de la «liberación» y la unificación del pueblo. Es, quizás, el mayor ejemplo del poder que tienen las masas sobre la toma de decisiones.
Parte del mandato de Calles trató de influir en el gobierno para dar marcha atrás a la reforma agraria y aumentar el control del movimiento obrero, pues consideraba que incluso tras la revolución, la desconfianza hacía que la iniciativa privada ralentizara el desarrollo del país. Este comportamiento fue un duro golpe a la imagen que tenía ante el pueblo, pues inició una división entre las filas revolucionarias. El descontento en el país era cada vez mayor, cosa que repercutió en la baja popularidad de Calles respecto a otros candidatos; especialmente tras el enorme error de perseguir a la Iglesia Católica en un país donde predomina la religiosidad en un aspecto de fanatismo religioso. Es en este momento que Lázaro Cárdenas se alza como una imagen «representativa del pueblo», un símbolo de buenos cambios.
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ACTO 3 | LA IDEOLOGÍA CARDENISTA.
La campaña de Cárdenas inicia de buena manera por contar con la influencia de los logros obtenidos durante su presidencia en su estado natal, Michoacán, donde concentró sus esfuerzos en la repartición de tierras entre campesinos necesitados y de la organización obrera y campesina. Durante su campaña, parecido a lo hecho por Calles al principio de su candidatura, Cárdenas visitó los estados utilizando cualquier medio de transporte, entrevistando a representantes de todas las clases de la población; haciendo énfasis en los campesinos, obreros y representantes agrícolas. Este interés fue visto por la sociedad como una «verdadera comprensión de sus necesidades de transformaciones sociales». Pero, sobre todo, como ejemplo de interés por el pueblo mexicano. Parte de esto se veía en la forma en que se dirigía a las masas. No lo hacía de la forma de Calles, intentando minimizar ciertas problemáticas para enfocarse en otras de «mayor impacto», sino que reafirmaba su conciencia por los problemas actuales que afectaban al pueblo.
No se puede hablar del personaje de Lázaro Cárdenas sin mostrarlo como un «personaje popular» entre el pueblo. Tanto fue su influencia, que durante sus campañas, era rodeado de las entusiastas manifestaciones populares de simpatía y apoyo por parte de los campesinos y obreros a favor de los programas sociales que el partido de Cárdenas prometía. Teniendo la balanza a su favor, Cárdenas se convierte en presidente a finales de 1934, y para 1935, aquellos seguidores de Calles que se mostraron traicionados o recelosos de su política se convirtieron en partidarios de Cárdenas.

La ideología cardenista puede definirse como nacionalista y reformista. Su campaña se centró en el dominio económico del país y la liberación económica de los monopolios privados. Ejemplos de esto son las leyes dictadas entre 1935 y 1938 que buscaron proteger la industria nacional de la competencia extranjera; la «Ley de Protección a la Industria Nacional» —mediante el uso de aranceles a la mercancía proveniente del extranjero pero fabricada en el país— y la «Ley de Expropiación» — en la cual el Estado tenía derecho de expropiar bienes particulares en beneficio de la sociedad—. Este último fue muy importante, pues obligaba a mantener las riquezas naturales como un patrimonio, de forma que los monopolios privados no contarían con el mismo privilegio que antes. Si bien el gobierno de Cárdenas sienta las bases de un desarrollo económico gracias a la reforma agraria y a la nacionalización del petróleo, el resultado, en parte, va en contra de la ideología cardenista. Sí, la reforma agraria permite a los campesinos entrar en el mercado moderno, y la nacionalización del petróleo aumenta la producción de procesos energéticos y la disminución de los precios, pero este abrupto incremento crea una enorme división en la distribución del capital del país, concentrando la mayoría de los ingresos en el norte y el centro del mismo.
Podemos definir el gobierno de Cárdenas como el resultado de un movimiento popular. Parte de su mandato se concentró en transformaciones socioeconómicas como la reforma agraria o la liberación contra los sectores privados y el monopolio; y en la nacionalización del petróleo. Ambos son elementos importantes de promesas y representaciones de los grupos populares que le aseguraron la victoria: el sector agrícola y el sector urbano. El «cardenismo» es un fenómeno populista en el sentido de que su apoyo no proviene de un solo grupo social. Es todo un conjunto de grupos, clases sociales y empresas de clase media que, en todo momento, pareciera que tienen las riendas del poder y lo utilizan a su favor. Las reformas estructurales hechas por Cárdenas conducen al país a un proceso de desarrollo que, pese a los resultados desiguales a lo largo del mismo, satisface en su mayoría a la sociedad que lo eligió y muestra un precedente del poder de las masas. Una estrategia que no es dejada de lado estos días.
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—BIBLIOGRAFÍA—
- Basurto, Jorge. 1969. Populismo y movilización de masas en México durante el régimen cardenista. Revista Mexicana de Sociología 31 (4) (octubre-diciembre): 859-92.
