¿Por qué la gente ya no quiere tener hijos en México?
Esta es una pregunta que, a simple vista, puede parecer trivial o poco polémica. Sin embargo, detrás de ella se esconde una realidad social compleja. Las razones por las que cada vez más personas deciden no tener hijos en México son diversas: desde el pensamiento modernista, hasta motivos económicos, culturales, sociales y, aunque suene duro, por simple comodidad.
Sí, así es. La comodidad. Cada vez más jóvenes y adultos no quieren sacrificar su estilo de vida por traer al mundo a un nuevo ser humano: un bebé que requiere atención constante, cuidados, tiempo, energía y una considerable inversión económica.
¿Cuánto cuesta tener un hijo en México?
¿Comenzamos por el parto? No exactamente.
Antes del parto, es necesario acudir a consultas con un ginecólogo. Estas pueden costar entre $800 y $1,400 pesos por visita (datos actualizados al 6 de mayo de 2025). Si se realizan controles mensuales, el gasto aproximado durante el embarazo es de al menos $8,000 pesos. El parto, dependiendo del hospital y la región, puede costar desde $35,000 hasta más de $100,000 pesos mexicanos.
Pañales
Un bebé puede usar entre 3 y 9 pañales diarios, dependiendo de su edad. Un paquete de pañales cuesta entre $300 y $500 pesos. A lo largo de su desarrollo, un niño puede necesitar hasta 6,000 pañales. Esto representa un gasto cercano a los $50,000 pesos, solo en pañales.
¿La educación es realmente gratuita?
Aunque la educación básica en México es pública, la realidad es que hay muchos gastos no contemplados: útiles escolares, libros, uniformes, cuotas “voluntarias”, transporte, etc. Se estima un gasto promedio de $5,000 pesos anuales por niño. Solamente durante la primaria (seis años), estaríamos hablando de al menos $30,000 pesos —y eso sin contar secundaria, preparatoria o universidad.
¿Y los gastos extra?
Claro que hay más gastos. Las actividades recreativas y de formación como clases de inglés, deportes o talleres artísticos pueden representar ventajas para el desarrollo del niño. Pero incluso un paseo al cine puede salir caro: los boletos cuestan alrededor de $300 pesos, pero si añadimos palomitas, refrescos y algún antojo, estamos hablando de $600 o $700 pesos. ¿Mejor Netflix en casa, no?
¿Qué hay de la vivienda?
Un hijo necesita un espacio digno. Una renta mensual para una familia pequeña puede costar entre $10,000 y $25,000 pesos, dependiendo de la ciudad. Comprar una casa puede costar entre $1.7 millones y $3.5 millones de pesos mexicanos. Y no olvidemos los servicios: agua, luz, gas, internet… que en conjunto suman fácilmente $3,000 pesos mensuales o más.
¿Y el salario mínimo?
En 2025, el salario mínimo en México es de $278.80 pesos diarios en la Zona del Salario Mínimo General (ZSMG), y $419.88 pesos en la Zona Libre de la Frontera Norte (ZLFN). Si una persona trabaja todos los días del mes (sin descansos), puede ganar alrededor de $8,000 pesos mensuales. Si ambos padres trabajan, la familia contaría con unos $16,000 pesos mensuales. Pero entonces, ¿quién cuida del bebé? ¿Quién limpia la casa? ¿Quién cocina?
¿Y si el dinero no fuera el problema?
Incluso si se resolvieran los factores económicos, todavía queda pendiente un tema igual de preocupante: la seguridad. Aunque el gobierno insista en que “vivimos en un México más seguro”, la realidad que todos los ciudadanos conocemos es muy distinta. La violencia, las desapariciones, las extorsiones y la impunidad siguen aumentando. ¿Cómo traer un hijo al mundo cuando ni siquiera puedes confiar en las autoridades?
¿Perros en vez de hijos?
Rotundamente, sí. Hoy en día, muchas personas prefieren tener un perro en lugar de un hijo. ¿Por qué? Porque un perro no requiere educación formal, uniformes, pediatras ni colegiaturas. Su comida no es costosa, y con amor, paciencia y un buen veterinario, puede vivir feliz sin representar una carga económica insostenible. Además, un perro no se tirará al suelo en el supermercado haciendo berrinche porque quiere un juguete.
¿Qué pasará si la natalidad sigue bajando en México?
Aunque a corto plazo tener menos hijos puede parecer beneficioso para la economía familiar y hasta para el medio ambiente, las repercusiones a mediano y largo plazo pueden ser graves para el país. Aquí te explico por qué:
1. Envejecimiento de la población
Una de las consecuencias más directas de la baja natalidad es que la población envejece. Es decir, habrá cada vez más adultos mayores y menos niños y jóvenes.
¿Qué significa esto?
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Menos personas en edad productiva para trabajar.
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Más personas jubiladas que dependerán del sistema de pensiones y del servicio médico público.
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Una carga económica más pesada para los jóvenes del futuro, que deberán mantener a una población mayor.
2. Crisis en los sistemas de pensiones y salud
Con menos jóvenes cotizando y más adultos mayores retirándose, el sistema de pensiones (IMSS, ISSSTE) podría colapsar o ser insostenible. Lo mismo aplica para el sistema de salud: habrá más personas mayores requiriendo atención médica constante y menos trabajadores aportando.
3. Escasez de mano de obra
Si hay menos jóvenes en el país, las empresas podrían enfrentar una falta de trabajadores calificados. Esto puede:
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Frenar el crecimiento económico.
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Aumentar los costos de producción.
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Obligar a las empresas a contratar en el extranjero o automatizar procesos.
4. Menos consumo, menor crecimiento económico
Los niños y jóvenes generan un gran movimiento económico: juguetes, alimentos, ropa, educación, entretenimiento, etc. Con menos población joven, el mercado interno se reduce, y eso afecta a muchas industrias.
5. Cierre de escuelas y abandono de servicios
Con menos niños, muchas escuelas podrían cerrar por baja matrícula. Esto ya ha pasado en comunidades rurales. A medida que la población envejece, también se pueden perder servicios que antes se sostenían por la cantidad de usuarios jóvenes.
6. Desequilibrio demográfico regional
La baja natalidad no es igual en todas partes. Algunas zonas (como el norte del país o las grandes ciudades) pueden envejecer más rápido, mientras que otras (como comunidades indígenas o zonas rurales) aún tienen tasas de natalidad altas. Esto podría acentuar la desigualdad regional.
7. Mayor necesidad de migración
Para compensar la baja natalidad, México podría verse forzado a recibir más migrantes para llenar vacantes laborales, mantener la economía en movimiento y sostener el sistema de pensiones. Esto implicaría nuevos retos sociales, culturales y políticos.
8. Cambios en la cultura y el modelo familiar
La estructura tradicional de la familia mexicana (padres, hijos, abuelos) podría cambiar drásticamente. Veremos más adultos mayores viviendo solos o sin red de apoyo familiar. Esto puede generar aislamiento, soledad y nuevos problemas sociales.
¿Y entonces?
No se trata de forzar a nadie a tener hijos, pero sí de entender las consecuencias colectivas que vienen con el cambio demográfico. La baja natalidad no es solo un tema personal, es también un asunto nacional.

09/10/2012
Foto Mateo Reyes Arellano
México atraviesa un cambio generacional profundo donde tener hijos ya no es prioridad para muchas personas. Las razones son múltiples: desde los elevados costos económicos —que inician incluso antes del parto y se extienden por años— hasta factores sociales como la inseguridad, la precariedad laboral y la falta de servicios públicos eficientes. A esto se suma un cambio de mentalidad: hoy, muchos jóvenes priorizan su bienestar personal, la estabilidad emocional, la libertad y hasta la compañía de una mascota por encima de la crianza de un hijo.
Además, el crecimiento y visibilización del colectivo LGBT+ también modifica el mapa familiar tradicional. No es que las personas LGBT+ sean la causa de la baja natalidad, pero al abrirse paso nuevos modelos de vida y relaciones, la diversidad se impone como un nuevo valor social, y con ello cambia la idea de lo que es “tener una familia”.
Si bien estos cambios pueden parecer alarmantes para algunos sectores conservadores, también reflejan una sociedad que busca vivir con mayor conciencia, autenticidad y en mejores condiciones. Sin embargo, las repercusiones a largo plazo, como el envejecimiento de la población y la falta de fuerza laboral, ya se asoman como retos urgentes que el país deberá enfrentar con políticas públicas realistas y sensibles a la nueva realidad.