Categoría: Historia

Por: SALVADOR ANGUIANO GOMEZ / Fecha: noviembre 17, 2025

Más de 600 complots fallidos hicieron de Fidel Castro un mito: la CIA lo persiguió con planes absurdos y letales, pero su supervivencia lo convirtió en símbolo de resistencia e invulnerabilidad

La CIA y la obsesión con Castro

Pocas figuras del siglo XX concentran tantas historias de conspiración, obsesión y mito como Fidel Castro. Desde que la Revolución Cubana triunfó en 1959, el joven abogado convertido en guerrillero se transformó en el enemigo número uno de la política exterior estadounidense. Su cercanía con la Unión Soviética, su desafío abierto a Washington y su capacidad de movilizar apoyos en América Latina hicieron que se convirtiera en un blanco permanente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Los documentos desclasificados, los testimonios de exagentes y la propaganda cubana coinciden en un punto: hubo múltiples intentos de asesinar a Castro. Algunos resultan tan sofisticados como absurdos: puros explosivos, trajes de buzo impregnados de toxinas, caracoles bomba, venenos ocultos en bebidas y hasta planes con ayuda de la mafia estadounidense. Aunque las cifras varían, se ha llegado a hablar de más de 600 complots, lo que convirtió a Castro en el líder más perseguido de la Guerra Fría.

Pero los complots no solo hablan de la CIA o de los exiliados cubanos. También alimentaron una narrativa política que convirtió a Castro en algo más que un hombre: un símbolo de resistencia y casi una figura mítica. Cada fracaso fortaleció la idea de su invulnerabilidad y permitió que la Revolución lo presentara como un héroe protegido por la historia y el pueblo.

En medio de esta construcción simbólica aparecieron rumores fascinantes: los supuestos dobles de Fidel, hombres entrenados para sustituirlo en actos públicos o para despistar a los enemigos. Aunque la evidencia de su existencia es escasa, el mito se instaló en la cultura popular y aún hoy es parte del imaginario colectivo.

1. Bahía de Cochinos y la Operación 40

Tras el triunfo de la Revolución Cubana, Estados Unidos reaccionó con una mezcla de desconcierto y hostilidad. Durante los primeros meses de 1959, aún había esperanzas en algunos sectores de Washington de que Castro se moderara, pero sus medidas radicales, su cercanía con la Unión Soviética y su retórica antiimperialista pronto disiparon esa ilusión.

La Agencia Central de Inteligencia (CIA), que durante los años cincuenta había adquirido protagonismo en golpes de Estado encubiertos en países como Irán (1953) y Guatemala (1954), recibió la misión de preparar un plan para eliminar a Castro o, al menos, a su gobierno.

En 1960, el presidente Dwight D. Eisenhower aprobó la creación de un grupo paramilitar, conocido como la Operación 40, cuyo objetivo era organizar a exiliados cubanos para llevar a cabo sabotajes, atentados y, eventualmente, una invasión que derrocara a Castro. Esta operación contó con financiamiento, entrenamiento militar en Guatemala y Nicaragua, y apoyo logístico de la CIA.

El desenlace de este plan fue la famosa Invasión de Bahía de Cochinos (abril de 1961), ejecutada bajo la administración de John F. Kennedy. La operación terminó en un rotundo fracaso: las fuerzas invasoras fueron derrotadas en menos de 72 horas y la credibilidad de Estados Unidos quedó gravemente dañada. Para Castro, en cambio, fue una victoria política sin precedentes: logró consolidarse como defensor de la soberanía cubana frente al imperialismo y, de paso, justificar la necesidad de una alianza más estrecha con la Unión Soviética.

El fracaso de Bahía de Cochinos, lejos de disminuir la obsesión de Washington con Castro, la intensificó. Si la invasión directa no funcionaba, entonces habría que eliminarlo mediante métodos más discretos.

2. Proyecto Mangosta (Operation Mongoose)

En noviembre de 1961, tras la derrota en Playa Girón, Kennedy autorizó la Operación Mangosta, una de las campañas encubiertas más ambiciosas de la Guerra Fría. El plan estaba coordinado por su hermano, el fiscal general Robert Kennedy, y ejecutado por la CIA bajo la dirección de Edward Lansdale, un experto en guerra psicológica.

El objetivo de Mangosta era desestabilizar al régimen cubano en todos los frentes: económico, político, social y militar. Para ello, se diseñaron acciones como:

  • Sabotajes económicos: incendios en campos de caña de azúcar, destrucción de maquinaria agrícola, contaminación de cultivos.

  • Campañas de propaganda: transmisión de mensajes radiales desde estaciones secretas, distribución de panfletos contra Castro, infiltración de rumores para debilitar la moral.

  • Apoyo a la oposición interna: entrenamiento y financiamiento de grupos clandestinos dentro de Cuba.

  • Intentos de asesinato: planes elaborados para eliminar físicamente a Fidel y a otros líderes de la Revolución.

El propio Robert Kennedy llegó a decir que la eliminación de Castro era una prioridad de seguridad nacional. En ese clima de hostilidad, la CIA comenzó a trabajar con grupos insólitos, incluyendo a la mafia estadounidense, que tenía intereses en los casinos de La Habana antes de la Revolución y deseaba recuperar sus negocios.

3. Documentos desclasificados de la CIA

Durante décadas, mucho de lo que se conocía sobre estos complots provenía de rumores y testimonios indirectos. Sin embargo, en 1975, el Senado estadounidense creó el Comité Church, encargado de investigar abusos cometidos por la CIA y el FBI. Fue entonces cuando salieron a la luz documentos que confirmaban lo que hasta entonces parecía increíble: la CIA había planeado múltiples intentos de asesinato contra líderes extranjeros, y Fidel Castro estaba en la cima de la lista.

El informe del Comité reveló que:

  • Se diseñaron al menos 8 planes concretos de asesinato directamente autorizados o supervisados por la CIA entre 1960 y 1965.

  • Muchos de esos planes se apoyaron en contactos con la mafia, especialmente con figuras como Sam Giancana y Santo Trafficante.

  • Se contemplaron métodos que iban desde píldoras venenosas hasta armas de fuego disfrazadas de objetos comunes.

Más tarde, con nuevas desclasificaciones en los años noventa y dos mil, se amplió la lista de complots conocidos, llegando a hablarse de más de 600 intentos a lo largo de la vida de Castro. Aunque algunos de estos “intentos” son en realidad planes nunca ejecutados o simples ideas, lo cierto es que la magnitud de la persecución resulta difícil de exagerar.

4. La narrativa oficial estadounidense vs. la cubana

La versión de estos hechos fue narrada de manera muy distinta en ambos lados del estrecho de la Florida.

  • En Estados Unidos, los gobiernos tendieron a minimizar los intentos de asesinato, presentándolos como simples ideas nunca llevadas a cabo o como operaciones menores de la CIA sin respaldo presidencial. Kennedy, Johnson y Nixon procuraron mantener distancia oficial, aunque en la práctica sus administraciones toleraron o alentaron estas acciones.

  • En Cuba, en cambio, el discurso oficial convirtió los complots contra Castro en un elemento central de la narrativa revolucionaria. Fidel los mencionaba en sus discursos como prueba de la agresión imperialista y de su propia invulnerabilidad. Cada atentado frustrado servía para reforzar la idea de que el líder estaba protegido por el pueblo, la historia o incluso la suerte.

Lo fascinante es que, más allá de la propaganda, los hechos reales respaldaban gran parte de la narrativa cubana. La CIA sí intentó matarlo en repetidas ocasiones, y los fracasos continuos contribuyeron a cimentar la leyenda.

Los métodos de asesinato

Si la obsesión de la CIA con Fidel Castro se hizo célebre en el imaginario colectivo, se debe en gran medida a la naturaleza casi caricaturesca de los métodos empleados o concebidos para acabar con él. La cantidad y variedad de complots proyectados ha alimentado durante décadas tanto investigaciones históricas como bromas populares: ¿cómo es posible que un líder tan perseguido sobreviviera tanto tiempo? La respuesta se encuentra en una combinación de factores: planes mal ejecutados, información filtrada, una seguridad personal extremadamente rigurosa y, por supuesto, un grado de suerte que parece haber acompañado a Castro durante toda su vida.

A continuación se detallan algunos de los métodos más conocidos y documentados, agrupados por su naturaleza.

1. Venenos: la química como arma política

Uno de los recursos más recurrentes en los intentos de asesinato fue el uso de venenos. La lógica era simple: Castro era un hombre con rutinas públicas (fumaba constantemente puros, bebía café, participaba en recepciones oficiales), lo que lo convertía en un blanco potencial para una sustancia letal que pudiera ser introducida en su organismo de manera discreta.

  • Las píldoras envenenadas:
    En 1960, la CIA entregó a un intermediario vinculado a la mafia unas cápsulas con toxina botulínica, considerada entonces una de las sustancias más letales conocidas. El plan consistía en introducirlas en las bebidas o la comida de Fidel. Sin embargo, la operación se frustró cuando las cápsulas fueron guardadas en un congelador de un restaurante de La Habana y se desintegraron debido a la humedad.

  • El batido de chocolate:
    En 1963, se intentó envenenar a Castro con un batido en el célebre café “Coppelia”. Un camarero, reclutado por la CIA, debía introducir pastillas venenosas en la bebida favorita del comandante. Pero el miedo y la improvisación jugaron en contra: el veneno nunca fue administrado y el plan quedó en nada.

  • El bolígrafo hipodérmico:
    Otra idea consistió en transformar un bolígrafo corriente en un dispositivo capaz de inyectar veneno al más mínimo roce. La intención era que un espía pudiera acercarse a Fidel en algún encuentro diplomático y pincharlo disimuladamente. Aunque el artefacto fue construido, nunca llegó a utilizarse.

Estos intentos muestran la fascinación de la CIA por las soluciones químicas. Sin embargo, la realidad logística —introducir el veneno sin ser detectado, contar con cómplices fiables, manipular sustancias inestables en el clima tropical cubano— resultaba demasiado compleja.

2. Explosivos: la tentación del espectáculo

Si envenenar a Castro parecía complicado, otra vía más directa era hacerlo volar por los aires. Aquí la creatividad se desbordó:

  • Los puros explosivos:
    Quizá el complot más famoso y al mismo tiempo más ridiculizado fue la idea de preparar un puro habano relleno de explosivos de alto poder. Castro era conocido mundialmente como fumador empedernido, y la CIA pensó en aprovechar esa costumbre para acabar con él. Se fabricaron prototipos de puros capaces de estallar al encenderse, pero nunca llegaron a estar lo suficientemente cerca de sus manos.

  • El caracol explosivo:
    En otra ocasión, se concibió colocar una concha marina llena de explosivos en un lugar de buceo frecuentado por Castro. La concha estaría pintada con colores llamativos para atraer su atención. El plan era que, al acercarse a inspeccionarla, estallara. El problema fue que la logística era absurda: requería adivinar exactamente dónde bucearía Fidel y que, además, él mismo se fijara en el objeto.

  • El maletín bomba:
    Se diseñó un maletín con explosivos que debía ser introducido en un lugar donde Castro pasaría. Sin embargo, la estricta seguridad y los controles previos hicieron inviable el intento.

Aunque estos planes parecen sacados de una película de espionaje cómica, reflejan la desesperación de la CIA: se buscaba un método impactante, pero al mismo tiempo tan sofisticado que resultaba inviable.

3. Métodos “hollywoodenses”

Más allá de lo clásico (venenos y explosivos), existieron intentos que bordeaban lo surrealista, inspirados en técnicas de guerra psicológica.

  • El traje de buzo contaminado:
    Fidel Castro practicaba con frecuencia el buceo, y la CIA planeó regalarle un traje impregnado con esporas de un hongo mortal que provocaba enfermedades en la piel. Según los documentos, también se pensó en contaminar los tanques de aire con bacterias letales. El plan nunca se ejecutó porque el intermediario encargado de entregarle el traje cambió de opinión.

  • El polvo desorientador:
    Otro plan consistía en rociar con un aerosol una sala de conferencias antes de que Castro diera un discurso. La sustancia debía provocar desorientación o pérdida temporal del sentido del habla, con el fin de ridiculizarlo ante el público internacional. No se trataba de matarlo, sino de minar su imagen.

  • La idea de la barba:
    Entre las propuestas más extravagantes estaba la de atacar la barba de Fidel, uno de sus símbolos más reconocibles. La CIA consideró utilizar productos químicos que hicieran caer su vello facial, con la esperanza de que perder la barba debilitara su autoridad y carisma. Aunque hoy parece risible, la idea revela hasta qué punto se pensaba en términos de imagen y psicología política.

4. Francotiradores y armas convencionales

No todos los intentos fueron tan estrafalarios. También hubo planes más clásicos, como atentados con armas de fuego.

  • Francotiradores en actos públicos:
    Se reclutó a exiliados cubanos para que dispararan contra Fidel durante discursos o desfiles. Sin embargo, la seguridad cubana era extremadamente rigurosa y lograba detectar movimientos sospechosos antes de que se concretaran.

  • Armas ocultas:
    Hubo intentos de disfrazar armas en objetos cotidianos, como cámaras fotográficas o bolígrafos. Pero nunca se logró acercar a un agente lo suficiente sin levantar sospechas.

El problema de este tipo de planes era la proximidad: Fidel acostumbraba a hablar durante horas ante multitudes, pero estaba rodeado de un cordón humano de seguridad y de simpatizantes que dificultaban cualquier ataque directo.

5. La participación de la mafia

Un elemento clave en varios intentos fue la colaboración de la mafia estadounidense. Antes de la Revolución, figuras como Meyer Lansky y Santo Trafficante controlaban casinos y negocios en La Habana. La llegada de Castro arruinó sus operaciones, por lo que tenían un interés personal en eliminarlo.

La CIA vio en ellos aliados útiles: disponían de contactos en Cuba, podían mover dinero y tenían experiencia en asesinatos. Uno de los episodios más conocidos fue el reclutamiento de Sam Giancana y Johnny Roselli, mafiosos de alto rango, para organizar un envenenamiento de Fidel.

Aunque la alianza entre la CIA y la mafia resulta sorprendente, respondía a la lógica de la Guerra Fría: “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Sin embargo, los planes nunca prosperaron.

6. Resultados: fracaso tras fracaso

Lo cierto es que, a pesar de la creatividad y la insistencia, todos estos planes fracasaron. Algunos nunca pasaron de la fase de diseño, otros se frustraron por errores técnicos o logísticos, y varios fueron neutralizados gracias a la eficaz inteligencia cubana.

Castro, consciente de ser un blanco permanente, desarrolló una rutina de seguridad meticulosa:

  • Cambiaba constantemente sus horarios y rutas.

  • Usaba un equipo de guardaespaldas leales y entrenados.

  • Desconfiaba de obsequios y alimentos preparados por terceros.

En varias entrevistas posteriores, Fidel llegó a bromear sobre su supervivencia: “Si sobreviví a tantos planes de asesinato, debe ser que Dios me quiere mucho… o que la CIA es muy torpe”.

El mito de los dobles de Fidel Castro

1. La práctica de los dobles en la historia

El uso de “dobles” para proteger a líderes políticos no es una invención cubana. A lo largo de la historia, numerosos mandatarios recurrieron a personas físicamente parecidas para confundir a posibles asesinos. Joseph Stalin, Adolf Hitler y Saddam Hussein son algunos de los ejemplos más conocidos.

La lógica es simple: si un líder es constantemente blanco de atentados, tener un sustituto en actos públicos o situaciones de riesgo puede salvarle la vida. Sin embargo, probar la existencia real de estos dobles suele ser complicado, ya que se trata de secretos de Estado.

En el caso de Castro, los rumores sobre supuestos dobles se intensificaron debido a la cantidad de intentos de asesinato que enfrentó. La pregunta era inevitable: ¿cómo podía un hombre tan perseguido sobrevivir tanto tiempo sin ayuda de un recurso de este tipo?

La primera foto de izquierda a la derecha es el primer doble oficial de Fidel Castro, la siguiente foto es una comparativa biométrica óptica.

2. Rumores sobre los dobles de Fidel

Desde los años sesenta comenzaron a circular versiones de que Fidel utilizaba hombres con rasgos físicos similares —barba espesa, estatura alta, uniforme verde oliva— para asistir a actos públicos en su lugar. Algunos testimonios de exiliados afirmaban haber detectado diferencias en la voz o los gestos de Castro en distintos discursos, lo que interpretaron como evidencia de que no siempre era él quien aparecía en público.

En los años noventa, un ex agente de seguridad cubano desertor declaró que existían al menos tres dobles preparados para reemplazarlo en situaciones de emergencia. Según esta versión, los sustitutos recibían entrenamiento básico en gesticulación y oratoria, pero nunca hablaban en actos prolongados para no revelar diferencias notorias.

La propia longevidad política de Fidel alimentó la especulación. Sobrevivió no solo a los intentos de asesinato, sino también a múltiples crisis de salud, lo que llevó a algunos a sostener que, en ciertos periodos, quien aparecía en televisión no era el verdadero comandante.

3. El mito del doble asesinado

Uno de los rumores más persistentes es que en algún intento de la CIA o de exiliados cubanos no fue Fidel quien murió, sino un doble. La historia, repetida en círculos conspirativos, afirma que un operativo armado logró abatir a un hombre idéntico a Castro, y que el régimen cubano ocultó el hecho para preservar la ilusión de que su líder era invulnerable.

Sin embargo, no existen documentos desclasificados ni testimonios verificables que respalden esta versión. La CIA, en sus informes posteriores, nunca reconoció haber matado a un doble, y los desertores cubanos que han hablado del tema lo hacen en términos ambiguos o anecdóticos.

Lo más probable es que se trate de un mito surgido de la frustración: tantos intentos fallidos requerían una explicación, y la idea de que la CIA pudo haber matado a un sustituto ofrecía una narrativa más creíble que aceptar una cadena interminable de fracasos.

4. El poder del mito en la política

Aunque no haya pruebas firmes de que Fidel utilizara dobles de manera sistemática, lo cierto es que el mito en sí mismo cumplió una función política.

  • En Cuba, reforzaba la imagen de un líder inalcanzable, capaz de aparecer en múltiples lugares y burlar cualquier atentado. Su omnipresencia en discursos y actos públicos se volvía aún más impresionante si se creía que podía “multiplicarse”.

  • Fuera de Cuba, el rumor alimentaba la fascinación y el temor. Para la CIA, enfrentarse a un enemigo que podía tener sustitutos hacía más difícil la tarea de planear un atentado exitoso.

  • En la cultura popular, la idea de los dobles convirtió a Fidel en una figura casi mítica, comparable a villanos de películas de espías que siempre logran escapar.

El propio Castro parecía divertirse con esta percepción. En entrevistas posteriores, cuando se le preguntaba por los supuestos dobles, respondía con ironía: “Si existieran, deberían estar tan cansados como yo de dar discursos”.

5. ¿Realidad o propaganda?

Los especialistas suelen coincidir en que, aunque es posible que en situaciones excepcionales se haya utilizado a algún sustituto, no hay evidencia suficiente para sostener que fuera una práctica regular. Lo que sí existió fue un aparato de seguridad extremadamente sofisticado, capaz de anticipar y neutralizar complots, lo que explica en gran parte su supervivencia.

El mito de los dobles de Fidel, en última instancia, refleja más la necesidad simbólica de explicar lo inexplicable que una verdad verificable. Se trata de una narrativa útil para ambas partes: para la Revolución, porque aumentaba el aura de invulnerabilidad del líder; para los enemigos, porque ofrecía una excusa a sus repetidos fracasos.

6. El héroe invulnerable dentro de Cuba

En el imaginario cubano, los intentos fallidos de asesinato contra Fidel Castro no debilitaron al régimen, sino que lo fortalecieron. Cada complot frustrado se transformaba en prueba de dos cosas: la agresividad imperialista de Estados Unidos y la fortaleza del líder revolucionario.

El propio Castro explotó esta narrativa en innumerables discursos. Presentaba su supervivencia como un símbolo de la resistencia del pueblo cubano frente a la potencia más poderosa del planeta. Así, su vida personal se entrelazaba con la épica nacional: si Fidel resistía, Cuba resistía.

Esta construcción propagandística fue clave para la longevidad del régimen. La figura del comandante se convirtió en una especie de talismán político. Los atentados fallidos, lejos de deslegitimarlo, reforzaban la fe de sus seguidores en que la Revolución estaba “protegida por la historia”.

7. El villano imposible de derrotar

En Estados Unidos y en gran parte de Occidente, Castro encarnaba el papel opuesto: el villano astuto, siempre un paso adelante de la CIA. Su barba, su uniforme verde oliva y sus discursos maratónicos lo volvieron un ícono de la Guerra Fría, al punto de aparecer caricaturizado en tiras cómicas, películas y novelas de espionaje.

El hecho de que sobreviviera a tantos complots lo convirtió en una figura casi de cómic, semejante a esos antagonistas que nunca mueren y regresan una y otra vez para desafiar al héroe. En este caso, el “héroe” era Estados Unidos, que se veía constantemente ridiculizado por su incapacidad para eliminar a un líder de una pequeña isla caribeña.

El fracaso acumulado de la CIA en este frente dañó seriamente la credibilidad estadounidense en el plano internacional. ¿Cómo podía un país que se presentaba como campeón de la libertad y la eficacia quedar expuesto como torpe e ineficaz ante el mundo?

8. Cultura popular y memoria histórica

El mito de los intentos de asesinato contra Fidel trascendió la política y penetró en la cultura popular. Películas, libros de espionaje y hasta series televisivas han hecho referencia a los planes extravagantes diseñados por la CIA: desde los puros explosivos hasta el traje de buzo envenenado.

Esta dimensión cultural cumple una doble función. Por un lado, evidencia lo absurdo de ciertos proyectos de la Guerra Fría, donde la creatividad a veces rozaba la caricatura. Por otro, inmortaliza la figura de Castro como un personaje larger than life, cuya vida parece escrita por un guionista de Hollywood.

Hoy, cuando se habla de los más de 600 intentos de asesinato que supuestamente enfrentó, muchos lo hacen con una mezcla de asombro y humor. Ese legado cultural, sin embargo, no borra la gravedad del asunto: lo que estaba en juego era la vida de un líder político y la soberanía de un país.

9. El doble filo de la leyenda

La construcción de Fidel como “invencible” tuvo ventajas, pero también un costo. Dentro de Cuba, la centralidad de su figura dificultó cualquier proceso de sucesión política. La Revolución se confundía con su persona, y cuando en 2006 enfermó y transfirió el poder a su hermano Raúl, el país enfrentó una crisis de identidad.

En el extranjero, la leyenda de los complots alimentó tanto la admiración como el desprecio. Para la izquierda mundial, Fidel era el ejemplo del líder que ni siquiera la CIA podía derrotar. Para la derecha, en cambio, era un dictador que sobrevivía gracias a la represión y al azar.

Lo cierto es que ambos bandos coincidían en un punto: Castro había logrado lo imposible.

Conclusión

Los intentos de asesinato contra Fidel Castro constituyen uno de los capítulos más fascinantes y absurdos de la Guerra Fría. La combinación de documentos desclasificados, testimonios y rumores ha tejido una historia que oscila entre lo comprobable y lo legendario.

Por un lado, sabemos con certeza que la CIA planificó múltiples complots, algunos tan sofisticados como ridículos, con la ayuda de exiliados cubanos y mafiosos estadounidenses. También sabemos que todos fracasaron, dejando a Estados Unidos en una posición incómoda y a Castro con una aureola de invulnerabilidad.

Por otro, abundan mitos imposibles de verificar: los supuestos dobles, el doble asesinado por error, la protección casi sobrenatural del líder. Estas narrativas, aunque carezcan de pruebas sólidas, cumplen una función simbólica: explicar cómo un hombre pudo desafiar durante medio siglo al poder más grande de la Tierra sin caer abatido.

En términos políticos, los complots fallidos consolidaron a Castro dentro de Cuba y lo convirtieron en un referente internacional. En términos culturales, lo elevaron a la categoría de leyenda, mitad caudillo, mitad personaje de novela.

La historia de los intentos de asesinato contra Fidel Castro no es solo la crónica de una obsesión estadounidense, sino también un espejo de la Guerra Fría en su expresión más extrema: paranoia, creatividad sin límites, propaganda y choque ideológico.

Si algo nos deja este episodio es la paradoja de que los atentados, en lugar de destruir a Fidel, lo hicieron más fuerte. Cada bala esquivada, cada puro que no explotó, cada plan ridiculizado, fue un ladrillo más en la construcción de su mito. Y ese mito sobrevivirá, quizá, tanto como el propio hombre.

Ironico, Fidel Castro tenia gusto por la marca Adidas

Basado en:

Escalante, F. (2020). 634 maneras de matar a Fidel: Planes de la CIA y la mafia para asesinar a Fidel Castro. Ocean Sur.

Escalante, F. (2023). 10 complots para asesinar a Fidel Castro. Ocean Sur.

Sánchez, J. R., & Gyldén, A. (2014). La vida oculta de Fidel Castro: El exguardaespaldas del líder cubano desvela sus secretos más íntimos. Editorial Planeta.