
Nació en Cesarea, Capadocia, alrededor del año 335; fue hermano de Basilio el Grande, maestro de retórica, obispo de Niza, uno de los tres grandes capadocios; y murió hacia el año 395.
Para Gregorio, aun cuando la fe se apoya en la revelación divina y no tiene necesidad de la lógica y sus demostraciones, la ciencia debe proporcionarle los conocimientos naturales preliminares, los que en la Edad Media se llamarán preambula fidei; y en primer lugar la demostración de la existencia de Dios. La dialéctica, en concreto, proporciona el método para que el contenido de la fe sea sistematizado y constituye el instrumento para fundamentar sus principios y así, se puede avanzar hacia la gnosis, a pesar de que el avance se realice con gran cautela y en forma hipotética. A causa de que Gregorio puso en práctica este procedimiento de manera amplia, como únicamente Orígenes lo había hecho, continuamente, además de apelar al testimonio de la tradición, apela a principios racionales. Él construyó su discurso catequético y su diálogo Sobre el alma y la resurrección, enteramente como investigación puramente racional. En su diálogo citado, sostiene que la duda es una ayuda metódica para la investigación.

Gregorio empleó el principio platónico de la única realidad de la esencia para interpretar la trinidad divina. Con base en este principio, en su tratado Adversus Graecos, dice que, si el nombre de Dios significa la persona, al hablar de tres personas, necesariamente se habla de tres divinidades; pero, si el nombre de Dios indica la esencia, se puede admitir que se habla de un único Dios, porque las tres personas divinas tienen una sola esencia. Es evidente que el nombre de Dios indica la esencia divina. Tanto la esencia divina como la humana es una realidad única y simple, que no se multiplica con el número de las personas que participan de ella. Así que, la esencia humana puede ser participada por un número indeterminado de personas; y la esencia divina, solamente por tres.
Así, como todos los hombres son hombres en virtud de una única esencia humana, las tres personas divinas subsisten en la única esencia divina y constituyen un único Dios. La esencia divina se distingue de todas las demás a causa de que por su perfección implica la unidad de acción de las personas que participan de ella. Los hombres tienen actividades diferentes y a veces contrarias, aun participando de la misma esencia; pero, las personas divinas tienen una actividad única.
De esta forma, toda actividad que Dios el Padre realiza en la creación y que se denomina de manera diferente según la diversidad del objeto, parte de Dios el Padre, procede a través de su Hijo Jesucristo y se cumple en el Espíritu Santo. Las actividades que realizan las tres personas divinas no se diversifican según las personas activas, porque la actividad que cada una de ellas realiza no está separada de la actividad de la otra; todo cuanto sucede a los hombres por la providencia divina, al gobierno y ordenación del mundo, es realizado por las tres personas divinas, sin que, con todo, sea trino.
Gregorio, en lo concerniente a la unidad divina sostiene que en la unidad de acción la esencia divina halla su característica fundamental y propia frente a las esencias creadas; y en lo concerniente a la trinidad divina, su interpretación funda la diversidad de las personas sobre la diversidad de las relaciones de origen, y así, formula un principio, que permanecería como base de la interpretación trinitaria durante siglos sucesivos.
De acuerdo con el principio de interpretación de la trinidad divina que él formuló, se explica que las personas divinas se distinguen en el sentido de que una de ellas es causa, la otra causada, y distinguiendo dos tipos de causalidad que corresponden a la segunda y tercera persona de la trinidad. Así, Dios Padre es causa; el Hijo es inmediatamente causado por el Padre, así que, le corresponde el carácter de unigénito; el Espíritu Santo es causado por el Padre a través de la mediación del Hijo, de manera que, difiere del Padre porque no es ingenerado como él y del Hijo, porque no es unigénito como él.
Bibliografía
- Historia de la filosofía volumen I, Nicolás Abbagnano, Traducción de Juan Estelrich y J. Pérez Ballestar, Hora, S.A., Barcelona.
- Historia de la filosofía tomo II, Frederick Copleston, Editorial Ariel, S.A, Barcelona.
- Diccionario de filosofía, Tomo I, José Ferrater Mora, Editorial Sudamenricana, Buenos Aires.
