El establecimiento de Jamestown en 1607 marcó el inicio del Imperio Británico en América del Norte. Esta colonia, financiada por inversores londinenses, esperaba replicar los éxitos comerciales de puestos como los de India o Marruecos. Sin embargo, la realidad fue distinta: el asentamiento fue fundado en un lugar insalubre, con escaso acceso a agua potable, y los colonos se negaron a cultivar, lo que derivó en altas tasas de mortalidad.
A pesar de estas dificultades, Jamestown sobrevivió gracias al cultivo del tabaco, que se convirtió rápidamente en el motor económico del Chesapeake. La demanda europea impulsó un auge comercial que atrajo nuevos colonos, muchos de ellos bajo el sistema de indentured servants (sirvientes contratados por tiempo) y esclavos africanos. Como señala Henretta en América: A Concise History (2009), esta combinación de mano de obra forzada y monocultivo generó una economía próspera pero profundamente desigual.
La colonia de Maryland, fundada como refugio para católicos bajo Lord Baltimore, también dependió del tabaco y fue una de las primeras en establecer la libertad religiosa formal con la Toleration Act de 1649. Sin embargo, esa tolerancia coexistía con una estructura social dominada por la élite terrateniente blanca, mientras la mayoría de los trabajadores eran esclavos o sirvientes contratados.
El contacto con los pueblos nativos, como los liderados por Opechancanough, fue hostil. En 1622, una gran revuelta indígena dejó cientos de muertos y provocó que la Corona británica retirara la carta de la Compañía de Virginia, convirtiéndola en colonia real en 1624. Este hecho dio pie a la creación de instituciones políticas locales, que más adelante servirían de modelo para otras colonias británicas.
Las condiciones sociales en estas primeras colonias eran duras: enfermedades como la malaria, la escasez de mujeres y la falta de comunidades estables marcaron la vida cotidiana. La población consistía, en su mayoría, en jóvenes solteros, huérfanos y migrantes sin recursos.
Así, el Imperio Británico en América del Norte no nació de una visión imperial planificada, sino de una mezcla de intereses económicos, conflictos armados y ajustes políticos forzados por la realidad. Tal como detallan Henretta y Brody (2009), esta etapa temprana sentó las bases de un modelo colonial desigual, violento y profundamente moldeado por el tabaco.
Henretta, J. A., & Brody, D. (2009). America: A concise history (4ª ed., Vols. I–II combinados). Bedford/St. Martin’s.