En el siglo XV, Europa dio inicio a una de las etapas más complejas y violentas de su historia: la expansión marítima y colonial. La Crónica de la Descubierta y Conquista de Guinea de Gomes Eanes de Azurara es un documento clave para comprender cómo se justificó y normalizó el comercio de esclavos africanos desde una perspectiva eurocentrista y religiosa.
Azurara describe a los esclavos africanos como mercancías valiosas, destacando sus habilidades y características físicas desde una visión meramente utilitaria. Esta deshumanización revela que los africanos eran vistos más por su capacidad productiva que por su dignidad humana. Aunque el cronista expresa cierta “simpatía” por su sufrimiento, esta parece estar más relacionada con las pérdidas económicas del comercio que con una compasión genuina.
Uno de los personajes destacados en la crónica es el infante Enrique el Navegante, presentado como un líder pragmático que impulsa la expansión de Portugal por intereses políticos y económicos. Lejos de mostrar un enfoque humanista, su figura representa la unión entre poder, economía y religión en la consolidación del colonialismo europeo.
El encuentro entre culturas, según el texto, no fue un diálogo entre iguales, sino un proceso de dominación y saqueo. Los europeos no buscaban comprender ni respetar a los africanos, sino someterlos, convertirlos y comerciar con ellos. Esta visión recuerda al encuentro entre europeos y pueblos indígenas de América: marcada por la explotación, la imposición cultural y la desvalorización del otro.
La religión desempeñó un papel esencial en esta narrativa. La conversión de los africanos al cristianismo fue usada como justificación moral para la esclavitud, integrando la misión evangelizadora al proyecto económico colonial. Se construyó así un discurso que legitimó la violencia con una supuesta finalidad espiritual.
Este documento nos deja una lección histórica profunda: la modernidad europea no solo se construyó sobre el arte y la razón del Renacimiento, sino también sobre la esclavización de pueblos enteros. Comprender este pasado es esencial para cuestionar las raíces de las desigualdades que aún persisten.