La guerra, infortunadamente, ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad, en diferentes sociedades y periodos. Las estrategias y las armas empleadas han ido cambiando y evolucionando para ser más precisas y efectivas. El objetivo ha sido causar el mayor daño posible al oponente, minimizando el uso de recursos y preservando vidas propias.
Un ejemplo reciente de ello fue el ataque llevado a cabo el 1 de junio, conocido como Operación Telaraña, en el que drones operados por los servicios de inteligencia ucranianos fueron utilizados contra objetivos militares en territorio ruso, causando la destrucción de bombarderos estratégicos. Surge entonces la duda, ¿esta tecnología le permitirá a Ucrania reducir la asimetría militar frente a Rusia y modificar el curso de la guerra?
En febrero de 2022, el mandatario ruso Vladimir Putin lanzó una ofensiva militar contra Ucrania, lo que desencadenó la guerra con este país. Los argumentos del Kremlin para invadir al vecino fueron diversos: desde la supuesta necesidad de proteger a la población de habla rusa que vive en el este de Ucrania, hasta evitar una posible adhesión de este país a la OTAN. Sin embargo, lo que realmente estaría en juego es la posición geopolítica de Rusia y su papel como potencia en el orden internacional, es decir, la preservación misma del Estado ruso.
El poder de Rusia reside en su fuerza militar. Desde el inicio de la invasión a Ucrania, ha demostrado una superioridad en efectivos, aeronaves, tanques, flota naval y misiles, lo que ha golpeado duramente a unas fuerzas armadas ucranianas de mucho menor capacidad. A pesar de la ayuda brindada por Europa y los Estados Unidos al gobierno de Kiev, la balanza no ha logrado inclinarse a favor del bloque occidental.

Con el retorno de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, la ayuda militar a Ucrania ha sido suspendida. Trump ha argumentado que dejará de apoyar una guerra que considera ajena a los intereses de los estadounidenses. Aunado a esto, ha amenazado con retirar a Estados Unidos de la OTAN, al considerar que su país aporta la mayor parte del presupuesto de la alianza militar y que los países europeos deben comprometerse a gastar al menos el 5% de su PIB en defensa. Estos cambios afectan la capacidad de defensa de Ucrania y le brindan a Rusia un mayor margen de maniobra y negociación.
Aún no se puede determinar con certeza el número total de muertos y heridos provocados por la guerra. Sin embargo, un estudio del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington (CSIS, por su sigla en inglés) estima que el conflicto ha dejado casi 1,4 millones de bajas (entre muertos y heridos), de las cuales aproximadamente un millón corresponderían a Rusia y 400,000 a Ucrania, incluyendo 250,000 soldados rusos muertos y entre 60,000 y 100,000 soldados ucranianos fallecidos (Jones y McCabe, 2025).
Aunque Rusia ha sufrido más bajas en términos absolutos, hay un elemento clave a considerar: su tamaño poblacional. En 2021, Rusia contaba con más de 144 millones de habitantes, mientras que Ucrania tenía poco más de 44 millones. Esto significa que, en proporción, Ucrania ha sufrido un impacto humano más fuerte en relación con el tamaño de su población.
Respecto al control territorial, diversos medios han informado que Rusia ocupa aproximadamente el 20% del territorio ucraniano, mientras que Ucrania no ha logrado ocupar territorios rusos. En cuanto a la devastación causada por la guerra, las fuerzas armadas rusas han alcanzado más objetivos, atacando y destruyendo ciudades, bases militares, centrales eléctricas, hospitales y carreteras en Ucrania. Por su parte, las fuerzas ucranianas han provocado estragos en la infraestructura militar y energética rusa, principalmente a través de ataques con drones.
Sin lugar a dudas, el escenario no es favorable para Ucrania. No obstante, a más de tres años de guerra, el país ha logrado resistir. El pasado 1 de junio, obtuvo una victoria que ha resonado en todo el mundo: la Operación Telaraña. En esta acción, Ucrania utilizó unos 117 drones de bajo costo, ocultos y lanzados desde camiones en territorio ruso. Según los Servicios Secretos Ucranianos (SBU), el ataque destruyó 41 aviones, incluidos bombarderos estratégicos como los Tu-95, Tu-22 y Tu-160.

El SBU estima las pérdidas rusas en aproximadamente 7.000 millones de dólares. Si se considera que cada dron utilizado cuesta entre 500 y 1.000 dólares (Sánchez, 2025), el valor total de los drones ascendería a un máximo de 117.000 dólares. Esto demuestra que, con una inversión mínima, Ucrania logró propinar un duro golpe. El éxito de la operación ha abierto el debate sobre un nuevo paradigma en la guerra.
En julio, Ucrania hizo historia al capturar soldados rusos usando únicamente drones y robots, en la región de Járkov. Los prisioneros fueron guiados y escoltados por drones hasta territorio controlado por Ucrania, en lo que se considera el primer caso documentado de este tipo en la guerra moderna.
Más allá de la exactitud de las cifras divulgadas por el SBU, lo indiscutible es que Ucrania, con una inversión reducida y tecnología accesible, ha infligido daños significativos a Rusia, destruyendo bombarderos estratégicos clave y capturando soldados mediante sistemas no tripulados. Ambos hechos han socavado la imagen y eficacia de las fuerzas armadas rusas y de sus organismos de inteligencia, que se perciben como incapaces ante estos nuevos paradigmas de la guerra.
Pero hay algo más, y que probablemente es lo más importante: el levantamiento de la moral del pueblo ucraniano. Ante un escenario en el que la derrota parece norma, estas victorias representan una bocanada de esperanza que los impulsa a mantenerse en pie de lucha. Los invita a creer y a mantener la fe en que el ingenio, la tenacidad y la astucia de su pueblo puede compensar sus limitaciones para hacerle frente a un gigante que, poco a poco, va mostrando sus debilidades.
El uso de estrategias innovadoras combinadas con tecnologías accesibles ha cambiado el curso de diversas guerras, permitido que el pequeño triunfe sobre al grande. En el siglo XIX, las guerrillas españolas ayudaron a debilitar al poderoso ejército de Napoleón. Más de un siglo después, los vietnamitas hicieron lo mismo, pero contra los Estados Unidos, utilizando una red de túneles y ataques sorpresa para suplir la superioridad militar estadounidense. Y, en la década de 1980, los afganos, equipados con lanzamisiles Stinger proporcionados por Estados Unidos, derribaron helicópteros soviéticos y contribuyeron a la retirada de la URSS.
Actualmente, Ucrania podría estar escribiendo un capítulo similar en la historia militar. Los drones baratos podrían ser el equivalente moderno de los lanzamisiles Stinger, artefactos simples pero devastadores con la facultad de acabar con el enemigo. Como el David bíblico contra Goliat, Ucrania se enfrenta a una Rusia aparentemente invencible. Pero, al igual que la honda de David, los drones podrían ser el arma que le permita a Ucrania dar el golpe que derrumbe al gigante.
Referencias bibliográficas
Jones, S. G., & McCabe, R. (2025, junio 3). Russia’s battlefield woes in Ukraine. Center for Strategic and International Studies. https://www.csis.org/analysis/russias-battlefield-woes-ukraine
Sánchez, A. (2025, junio 4). Operación Telaraña: cómo drones ucranianos de 500 euros destruyeron bombarderos rusos de más de 100 millones. RTVE. https://www.rtve.es/noticias/20250604/operacion-telarana-como-drones-ucranianos-500-euros-destruyeron-bombarderos-rusos-mas-100-millones/16609331.shtml