Categoría: Cultural

Por: PERLA SONIA REYES JIMENEZ / Fecha: octubre 2, 2025

Manifestacion Museo De Antropologia 1968 (imagen tomada de Google)

2 de octubre no se olvida ni se perdona...

… Y toda historia empieza con la Historia

2 de octubre

Con motivo de la famosa y dolorosa marcha que se lleva a cabo cada año en la Ciudad de México después de 1968 donde resuena el lema “2 de octubre no se olvida” dedicaré estas líneas para rememorar el cobarde acto de represión que ejerció el gobierno mexicano contra el movimiento estudiantil de esa época, hecho que dejó una herida latente en las familias que perdieron algún familiar aquella tarde en Tlatelolco. Los recuerdos de los sobrevivientes de ese trágico acontecimiento en la Historia del México moderno fueron la base de los libros La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska y Parte de Guerra: Tlatelolco 1968: Documentos del General Marcelino Barragán: Los hechos y la historia de Carlos Monsiváis y Julio Scherer.

Aunque el gobierno priista del Presidente Gustavo Díaz Ordaz tuvo sus aciertos, se caracterizó mayormente por ser autoritario y violento; exigía mucho respeto a su investidura y no toleraba la crítica por lo que censuró diarios, revistas y libros; sometió levantamientos y movimientos con el apoyo del Ejército Mexicano, motivo principal por el cual se hizo relevante su mandato fue la brutal represión que autorizó llevar a cabo contra los estudiantes aquel 2 de octubre. “Una mano está tendida…”, sí para callar y matar jóvenes con sueños de libertad, sí para obligar a los medios de anunciar la celebración de los Primeros Juegos Olímpicos en Latinoamérica al día siguiente sin hacer alguna mención sobre el terrible acontecimiento de un día antes, sí para cargar la culpa de la masacre de Tlatelolco.

¿Por qué se fraguó el movimiento estudiantil?, porque fue una respuesta de los estudiantes, primero a las agresiones sufridas por los granaderos en un enfrentamiento menor entre universitarios y politécnicos; después, por la represión en una marcha en la que hubo centenares de heridos, tres muertos y otros fueron sitiados en el Colegio de San Ildefonso; más marchas y mayor persecución; la UNAM fue atacada por lo que se alió con el movimiento. 

Se formó el CNH (Consejo Nacional de Huelga) con los propios estudiantes, profesores y trabajadores, familias descontentas, quienes exigían libertad para los llamados “presos políticos”, los presos políticos eran solamente unos “chamacos”, estudiantes que fueron encarcelados por manifestarse en contra del ideario presidencial; desaparición del cuerpo de granaderos y la destitución de los jefes policiacos responsables de las golpizas, desapariciones y muerte de varios simpatizantes en diferentes marchas; fin a la censura y libertad para expresarse sin represalias y por el derecho a una democracia real, era una cuestión nacional por un México violentado y sometido.

Ese miércoles 2 de octubre de 1968, un día sangriento que por la tarde en la Plaza de las Tres Culturas se tiñó de rojo por la sangre derramada por la masacre que llevó a cabo el gobierno contra niños que jugaban, jóvenes que proclamaban, mujeres y hombres que acompañaban,  sin piedad, sin miramientos, sin remordimientos. Iba a ser un mitin pacífico con la participación de miles de personas y por todos los transeúntes que estuvieron en el lugar y hora equivocadas; sin embargo, muy pronto el cielo fue alumbrado por las bengalas verdes, señal inequívoca para que el célebre Batallón Olimpia, grupo paramilitar infiltrado identificado por un guante blanco, abriera fuego en contra de los participantes, que los francotiradores apostados en los edificios Chihuahua dispararan contra los participantes y los militares avanzaran con bayoneta en mano, y luego un “intercambio de fuego”… Fue una matanza fraguada, una persecución sin misericordia que duró toda la tarde, la noche y comienzos del jueves…  

Un oxímoron de represión nacional y fraternidad mundial, todo un contexto contradictorio el que se vivió en ese octubre entre una matanza a sangre fría y unas olimpiadas para festejar. Una tragedia que el ejército mexicano haya asesinado, golpeado, torturado a estudiantes desarmados sin instrucción militar, a mujeres embarazadas, a niños que no comprendieron lo que pasó; que haya acusado a gente inocente de ser agitadores y por eso hayan muerto; una pena para nuestra tierra beber la sangre vertida de jóvenes impetuosos, pero inocentes, una desgracia para las entrañas a las que les arrebataron su fruto. Lo más lamentable es que no se le enjuició a ningún implicado, aceptaron su responsabilidad más jamás, sufrieron en carne propia todo lo que hicieron en la ajena. 

Por eso, el libro de Poniatowska es un referente en este evento, La noche de Tlatelolco, recopila testimonios de los sobrevivientes que estremecen por la frialdad del gobierno representado por el grupo paramilitar y el ejército en el trato a los civiles indefensos. Las palabras vertidas, entrecortadas, que se convierten en testimonios para narrar lo sucedido, son de coraje, de impotencia, de una profunda tristeza. Producen aversión a las escenas que describen. Poniatowska empezó a redactar su libro cuando aún había zapatos regados por toda la plaza, sangre aún fresca en el piso, las perforaciones de las balas visibles y el caos. 

El otro libro, La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska y Parte de Guerra: Tlatelolco 1968: Documentos del General Marcelino Barragán: Los hechos y la historia de Carlos Monsiváis y Julio Scherer, es una compilación de testimonios, crónicas y documentos relacionados con la masacre estudiantil de 1968, narra el hecho desde sus inicios, hasta el día del genocidio, exponiendo la figura presidencial y sus subalternos como los perpetradores de ese ominoso acto, donde los miedos presidenciales emergieron y vaticinaron anarquía, por lo que era necesario inocularlo antes de que se propagara el virus de la libertad y la democracia.

Las fotografías de los jóvenes todavía vivos que fueron llevados al Campo Militar No. 1, las fotografías de los muertos, las fotografías de los orgullosos soldados junto a su obra, las fotografías de la multitud, las fotografías de los estudiantes en ropa interior ultrajados, mojados y golpeados son para horrorizar, para que no se olvide ni se perdone el 2 de octubre.

“Todo tiene su límite”, la frase presidencial de Díaz Ordaz, ¡Qué lástima que no haya sido aplicada para él y el Secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, quien le sucedió en la presidencia!, ¡Qué tormento para las madres la impunidad con la que mataron a sus hijos!, ¡Qué injusticia que a 57 años las mentes y manos que masacraron al pueblo esa tarde no hayan recibido castigo por estos actos tan viles y cobardes!, ¡Qué angustia porque hoy se suceden eventos como este que atropellan los derechos humanos atrozmente!, pero más triste que el pueblo no tenga memoria.

Bibliografía:

https://www.gob.mx/agn/articulos/1968-la-ocupacion-de-ciudad-universitaria-por-el-ejercito-386249?idiom=es

Dos de octubre, ni perdón, ni olvido…

https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-19182018000300201

https://revistarevoltura.wordpress.com/wp-content/uploads/2018/09/la-noche-de-tlatelolco-elena-poniatowska.pdf

https://tlatelolco1968.camacho.com.mx/principal.html