Categoría: Filosofía

Por: OMAR OLIVERA ESPINOSA / Fecha: diciembre 22, 2025

La liberación sexual entendida desde el sistema económico capitalista no es más que la mercantilización del cuerpo humano; el morbo y la lujuria le quitan su espacio sacro al erotismo.

BAUDRILLARD: POR UNA AXIOLOGÍA POSESTRUCTURALISTA (SEGUNDA PARTE)

Baudrillard plantea que el éxtasis del valor reside en que no existe juicio de valor, ya que en tiempos posmodernos el valor del cuerpo humano está en su capacidad plástica de transformación, es decir, dejar su estado natural para convertirse en un artificio, recreación del hombre, no con motivos estéticos o culturales, como en el caso de los mayas que apreciaban el estrabismo como una mutación divina, sino con un afán de atracción y seducción sexual. En los años sesenta del siglo pasado se proclamaba una libertad sexual al margen del control del Estado, la familia y los medios de comunicación. El derecho pleno al disfrute sexual representaba una revolución; entender el sexo más allá de su función reproductiva y otorgarle su carácter placentero (“mínima reproducción, máximo sexo”), sensible y emotivo fue la tarea que posibilitó una nueva concepción de erotismo. La liberación sexual entendida desde el sistema económico capitalista no es más que la mercantilización del cuerpo humano; el morbo y la lujuria le quitan su espacio sacro al erotismo, en tanto que la sexualidad de la protuberancia y el exceso se mueve en la esfera de los instintos al margen de cualquier atisbo de razón, sometiendo a la neopersona al mercado de las cirugías y los trasplantes. ¿Qué es el sexo ahora que todo es sexual, fractal, sin rostro?

Por otro lado, el animal político en su estado posmoderno no es más que un ser apático, indiferente y adiestrado en la sociedad del conformismo, el aburrimiento y el desgano; así la ideología solo deja, a manera fantasmagórica, una estela de contradicciones de quienes apuestan en el tablero de los bienes comunes el interés personal, carente de principios políticos e ideológicos; pueden cambiar de bando o estar en venta al mejor postor. La ética para la política contemporánea solo es el argumento de la farsa y el simulacro.

En la actualidad, el mundo terrestre, como espacio físico, es insuficiente para el hombre contemporáneo condenado a la pantalla (en cualquiera de sus modalidades y presentaciones) y la misión de llevar a cabo su empresa de comunicar-estandarizar la aldea global. Por otro lado, la clonación y el genoma humano nos dan muestra de que el pragmatismo de la ciencia y la tecnología lograron lo que no pudo hacer el nihilismo nietzscheano, matar al Dios terrenal. Las nuevas tecnologías de la información y comunicación vuelven inútil a la libertad, la dejan sin sentido, pues ahora el hombre libre es aquel que hace uso de la tecnología y la ciencia para resolver sus problemas afectivos y económicos al despegar los pies de la tierra; ahora darle la vuelta al planeta requiere de estar en órbita o en el ciberespacio, como le ha dado por llamar a la interconectividad informática. Las crisis económicas recurrentes aparentan solo la degradación del valor económico; la simulación financiera y la especulación no son más que el mecanismo de perpetuación del sistema capitalista, dando lugar a una mera mercantilización del valor, motivo de los cracs bursátiles.

A diferencia de la nada, que era toda una potencia para los existencialistas, la incertidumbre lleva al hombre a la abstención y al silencio transnihilista, nos recuerda Baudrillard (1991). La incertidumbre en la actualidad es el resultado de la fragmentación social, la subjetividad del instinto de sobrevivencia y la especulación en el mañana de las masas, que empeñan el futuro en la búsqueda de satisfacer de forma inmediata sus deseos desenfrenados. La incertidumbre como un principio científico y tecnológico se convierte en el símbolo de la posverdad, donde lo irreal y virtual solo es la prolongación de la ficción producto de la inteligencia artificial modelada a imagen y semejanza de la banalidad del mercado.

El lenguaje, la lógica y la ética se entrelazan para dar certeza a una serie de prefijos que al acercarse a los conceptos de la modernidad responden a una primera necesidad de tomar distancia de ese mismo referente histórico cultural, es así como utilizamos indistintamente, pos, trans o neo para referirnos a lo innovador, al artificio moral que necesita todo sistema ético, por ejemplo, la transvaloración del valor más que un juego de palabras es una realidad que se enuncia como resultado de algo que ha desaparecido y que reencarna en un cuerpo sin sombra que no tiene otro camino que dirigirse a donde no hay nada, ahí donde solo resta ser el sepulturero de la modernidad al llenar su fosa de críticas y más críticas.

Los tiempos transmodernos son tiempos espectaculares, ya no de rituales; ahora la sociedad se refugia en lo sorprendente para generar nuevos cultos, como la globalización y el mercado, que gracias a la ciencia y la tecnología convierten la imaginación en ilusión, en deseo. El espectáculo, considerado en su totalidad, es a la vez el resultado y el proyecto de un modo de producción existente. No es un suplemento al mundo real ni su decoración superpuesta. Es el corazón del irrealismo de la sociedad real. Bajo todas sus formas particulares, información o propaganda, publicidad o consumo directo de entretenciones, el espectáculo constituye el modelo presente de la vida socialmente dominante.” (Guy Debord, La sociedad del espectáculo: 1994: p.9).

Por lo tanto, simulacro y espectáculo reconocen el valor de manera particular en la medida en que se desvanece producto de la banalidad, de lo superfluo e inmediato; ya no hay bueno ni malo, ni persona, solo seres neohumanos que en las últimas décadas han empeñado y condicionado su vida a una pantalla, cuyo loop o bucle proyecta que “La historia ha sido reemplazada por el infinito flujo recombinatorio de imágenes fragmentarias. La conciencia y la estrategia políticas se han reemplazado por la recombinación aleatoria ejercida por una actividad precaria frenética”. (Franco “Bifo” Berardi en Steyerl:2014: p. 14).

La sociedad posmoderna se encuentra en la antesala de la disolución de imágenes y valores, dejando a la especulación y a la realidad virtual su interpretación, generando con ello nuevas subjetividades a las ya de por si manifiestas desde su origen, es así como al fractalizarse el valor deja de tener rostro propio ya que su imagen se diluye en una pantalla que nos invita a interpretar, de manera dispersa y aleatoria la nueva jerarquía de valores, la metástasis general del valor, como concluye Baudrillar que bien ejemplifica la relación entre posmodernidad y trans-nihilismo que al final de cuentas es el destino del valor en manos del gris hombre contemporáneo, vacío sin sentido, que lo clasifica de manera oscura, a conveniencia, sin referencia a nada, extraviado en la senda de la realidad del capitalismo rapaz.

Referencias bibliográficas

Baudrillard, Jean, La transparencia del mal, Anagrama, Barcelona, 1991.

Debord, Guy, La sociedad del espectáculo, Ediciones Naufragio, Santiago, 1994.

Steyerl, Hito, Los condenados de la pantalla, Caja Negra, Buenos Aires, 2014.