Categoría: Filosofía

Por: OMAR OLIVERA ESPINOSA / Fecha: diciembre 18, 2025

El mundo ético que nos presenta Jean Baudrillard es una masa amorfa que se proyecta fragmentada en el espejo de la historia.

JEAN BAUDRILLARD: POR UNA AXIOLOGÍA POSESTRUCTURALISTA (PRIMERA PARTE)

La mayoría de los pensadores contemporáneos devienen de la generación del 68 francés, sobre todo la escuela filosófica posestructuralista, que, al igual que los posmodernos, presenta una severa crítica al resultado de la modernidad como propuesta cultural-civilizatoria de Occidente. Entre estos pensadores se encuentra Jean Baudrillard, cuyo texto La transparencia del mal nos muestra, a modo de corte parcial, los resultados y las diferentes formas que los valores han adquirido en el mundo neoliberal, que solo ha dejado enajenación, simulación, explotación, destrucción, dolor, pero sobre todo la reproducción acrítica del sistema capitalista, donde la moral es solo parte de los relatos del pasado. De tal manera, el mundo ético que nos presenta Baudrillard es una masa amorfa que se proyecta fragmentada en el espejo de la historia; su reflejo no es más que la imagen de la silueta de un individuo en soledad y decadencia, que perdió todo sentido de existencia (lo que en un tiempo se llamó persona y en otro ser humano ahora no es más que una ilusión melancólica del nihilismo).

¿Qué significado tiene el concepto de lo real en la sociedad posestructuralista? ¿O será que la posverdad también es el tiempo de la posrealidad? ¿Tal vez la virtualidad de la conciencia hoy es el neorrealismo de ayer? Los cuestionamientos se hacen a partir de la condición del valor, que para Baudrillard ya no se encuentra en lo concreto de las relaciones humanas, en la reciprocidad. El valor solo se ha convertido en una potencia del pasado que lo hace girar sobre sí mismo. Y en sus referencias clásicas representaba lo natural, lo económico y el significado, una trilogía que orientaba en torno a la universalidad, la condición humana mediada por el reconocimiento de sí y del otro; sin embargo, ese equilibrio se ha roto para dar lugar a una cuarta frase, la fragmentaria.

¿Qué lugar ocupa el valor en el universo viral y disperso? La fase fractal del valor, menciona Baudrillard, ya no lleva orientación alguna, se encuentra en la dispersión y en una constelación de interpretación del valor a modo de subjetividades absurdas que solo provocan una posición contestataria sin propuesta clara en cuanto a una nueva jerarquía de valores. ¿Qué es la autorreproducción infinita del valor, qué la origina y a dónde la conduce? Si realmente la autorreproducción de ideas y acciones humanas vuelve a ser tocada por la libertad condicionada de la nada, nos encontramos ante un transnihilismo donde el significado de las acciones y las cosas son solo un esfuerzo de la existencia finita e intrascendente. Entonces, la modernidad solo fue una promesa en cuanto a la trasmutación de los valores, argumenta Baudrillard; lo que hay es una disolución de las formas. Los valores de la antigüedad y del medievo dieron lugar a un nuevo ordenamiento cultural, soporte ideológico del capitalismo, que únicamente proyecta ante la sociedad una aparente realidad simulada, confusa y enajenada.

El valor involuciona sobre sí mismo; ya no pertenece a la esfera de la ética, de la estética, ni de la economía, ni de la política y mucho menos a la del amor (sexo). El glorioso movimiento de la modernidad no ha llevado a una transmutación de todos los valores, como habíamos soñado, sino a una dispersión e involución del valor, cuyo resultado es para nosotros una confusión total, la imposibilidad de reconquistar el principio de una determinación estética, sexual o política de las cosas. (Baudrillard: 1991: 16). El capital real, el que se genera mediante la explotación de la fuerza del trabajador y la transformación de las materias primas en mercancía con destino al comercio mundial, tenía como fundamento la ley del valor; sin embargo, si solo existe el mundo virtual, el sistema capitalista se afianza como nunca en la historia. ¿En dónde está la paradoja de esta trans-economía política?

La cultura como expresión de la creatividad y el talento humano se encuentra ajena a producir valores estéticos de trascendencia; ahora, nos señala Baudrillard, la simulación da lugar a la reproducción sin sentido de signos y mensajes que no son más que un refrito o una copia mal hecha de formas pasadas y actuales. La complicidad entre el arte y la cultura, sinónimo de la civilización occidental, ha dejado de ser referencia para la sociedad contemporánea que habita valores estéticos sin referencia alguna, condicionado por los estereotipos y las modas que, al margen del valor estético, privilegian el antivalor de lo superfluo e intrascendente y pasajero. El mercado artístico se encuentra atrapado en las garras de la publicidad; la obra de arte en la actualidad no es más que rehén de la ignorancia y el desprecio por el gusto de lo sublime en cuanto a creación humana.