Categoría: Cinetips

Por: MELVI PINO FAN / Fecha: agosto 25, 2025

La mala educación explora identidades y traumas entrelazados cuando un director recibe la visita de un supuesto compañero de colegio, revelando un complejo juego de máscaras que cuestiona la verdad y la memoria.

La mala educación es un laberinto de identidades, traumas y ficciones superpuestas que cuestionan la naturaleza de la verdad y el poder de la memoria. La película sigue a Enrique Goded, un director de cine que recibe la visita de Ignacio, un antiguo compañero del colegio religioso que ambos sufrieron, ahora convertido en actor y con un guión basado en sus experiencias de abuso. Sin embargo, pronto descubrimos que “Ignacio” es en realidad Juan, su hermano menor, quien ha usurpado la identidad del verdadero Ignacio, ya fallecido. Este juego de máscaras remite directamente a Jacques Lacan y su teoría del estadio del espejo, donde la identidad no es fija, sino una construcción mediada por el deseo y la mirada del otro.

El abuso en el colegio religioso, a manos del padre Manolo, introduce una crítica al poder institucional y su capacidad para moldear —y destruir— subjetividades. Aquí resuenan las ideas de Michel Foucault en Vigilar y castigar, donde analiza cómo las instituciones (como la Iglesia o la escuela) disciplinan los cuerpos y las almas. Ignacio y Juan no solo son víctimas de violencia física, sino de un sistema que les impone culpa y silencio, distorsionando su relación con el placer, el amor y la autenticidad. La película muestra cómo el trauma persiste y se transmute: Ignacio lo sublima en arte (su relato La visita), mientras que Juan lo convierte en una farsa autodestructiva.

Almodóvar también explora el cine como metáfora de la realidad, un tema que se vincula con la filosofía de Jean Baudrillard y su concepto de simulacro. La película dentro de la película (La visita) no es una mera representación del pasado, sino un hiperrealismo que reemplaza y reconfigura la memoria. Enrique, al filmar la historia de Ignacio, no rescata la verdad, sino que crea una nueva capa de ficción. Esto refleja la idea posmoderna de que no hay acceso a un “hecho puro”, solo a versiones mediadas por el lenguaje, el arte o el poder.

La relación entre Enrique y Juan/Ignacio abre otra línea filosófica: el amor como imposibilidad de conocer al otro. Enrique ama a Ignacio, pero solo lo recuerda a través de la nostalgia; cuando Juan se hace pasar por él, el deseo se vuelve un acto de engaño y autoreafirmación. Esto conecta con Emmanuel Levinas, para quien el “rostro del otro” es inaprehensible —siempre hay un misterio irreducible en el otro que el amor no puede domesticar. Juan, al mentir, lleva esta idea al extremo: ni siquiera es quien dice ser, y, sin embargo, Enrique se aferra a su ilusión.

Finalmente, La mala educación es una reflexión sobre la redención a través del arte. Ignacio escribe para exorcizar su dolor, pero su historia es manipulada por Juan y luego por Enrique, quien la convierte en cine. Almodóvar parece sugerir que el arte no salva, pero sí permite que lo inenarrable —el abuso, la pérdida, la identidad fracturada— encuentre una forma, aunque sea imperfecta. Como escribió Theodor Adorno, “escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”, pero también de resistencia. En la película, el cine no repara el daño, pero lo hace visible, rompiendo el silencio que lo perpetuó.