Categoría: Cinetips

Por: MELVI PINO FAN / Fecha: agosto 21, 2025

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Fantasía llena de filosofía.

Big Fish (2003), de Tim Burton, es una exploración profunda sobre cómo los relatos que construimos dan forma a nuestra identidad y a la manera en que los demás nos recuerdan. Edward Bloom, el protagonista, vive una vida adornada por historias fantásticas—gigantes, brujas y ciudades utópicas—que su hijo Will interpreta como mentiras evasivas. Este conflicto entre verdad objetiva y subjetividad refleja ideas filosóficas clave, como el perspectivismo de Nietzsche, que sostiene que no hay una única realidad, sino múltiples interpretaciones. Edward no miente, sino que transforma su experiencia en mito, convirtiendo lo ordinario en extraordinario para darle sentido a su existencia.

La película también cuestiona la naturaleza misma de la verdad. ¿Es más “real” la versión fría y factual de Will o la narrativa épica de Edward? Aquí resuena el posmodernismo, que desafía las grandes narrativas absolutas en favor de relatos fragmentados y personales. Edward no solo cuenta su vida, sino que la poetiza, algo que filósofos como Paul Ricoeur vincularían a la función terapéutica de las historias: no son evasión, sino herramientas para entender y trascender la experiencia humana. Al final, Will acepta que las exageraciones de su padre no eran engaños, sino un lenguaje simbólico de amor.

Otro tema central es la muerte y la trascendencia. Edward no desaparece cuando muere, sino que se convierte en leyenda, perpetuado en las historias que deja atrás. Esto evoca a Joseph Campbell y su estudio sobre el viaje del héroe: los mitos permiten que lo individual se vuelva universal. La escena final, donde los personajes de sus cuentos despiden a Edward en el río, sugiere que la inmortalidad no está en los hechos, sino en el impacto emocional de nuestras narraciones.

La relación entre Edward y Will también encierra una reflexión sobre el diálogo y el reconocimiento del otro, ideas desarrolladas por filósofos como Martin Buber. Will solo logra entender a su padre cuando deja de exigirle hechos y abraza su lenguaje metafórico. Esto ilustra cómo, a veces, la conexión humana requiere suspender la racionalidad estricta para entrar en el terreno de lo simbólico y lo emotivo.

En última instancia, Big Fish propone que la vida no se reduce a lo verificable, sino a lo significativo. Las historias de Edward, aunque inverosímiles, encapsulan verdades emocionales más profundas que cualquier relato literal. La película celebra el poder de la ficción para dotar de belleza y coherencia a la existencia, recordándonos que, en palabras de Jean-Paul Sartre, “el hombre es ante todo un proyecto que se vive subjetivamente”. No importa si los detalles son exactos; lo que perdura es el mito que nos define.