El primer Imperio mexicano (1821-1823) y su final auguraba malas noticias para un nuevo intento. Si el primero duró tan solo dos años con Iturbide, un criollo nacido en la actual Morelia, ¿qué se podía esperar de un segundo intento con un austriaco que ni siquiera conocía México? Increíblemente, el de Maximiliano duró el doble de años (1863-1867) aunque también terminaría con la disolución del Imperio y la muerte del derrocado emperador.
Los textos de la historiadora Erika Pani nos ayudan a contextualizar el Segundo Imperio Mexicano. Popularmente, crecemos creyendo que el país entero rechazó a este archiduque de los Habsburgo y al ejército francés afincado en México. Pero aún y cuando algunos historiadores han querido compartir esta visión, y quizás sea la historia oficial con la que crecemos, la realidad es que este imperio no se habría sostenido solamente con el apoyo de los franceses. Como señala Pani, necesariamente tenía que haber, de algún modo u otro, ayuda y patrocinio local para que esto durara cuatro años. Por eso les ha sido complicado a estos historiadores explicar o excusar “las tumultuosas recepciones con las que se recibía a los ejércitos franceses y a la pareja imperial; las numerosas actas de adhesión al Imperio; y la participación de muchos liberales moderados en el gobierno de Maximiliano”1.
Fuera de que se pueda explicar, parafraseando a Pani porque el clero le tenía sorbido el seso a la plebe o porque hayan picado su curiosidad los europeos emperifollados2. La verdad es que una parte importante de la aristocracia mexicana y de los conservadores estaban deseosos de contar con un monarca europeo que regresara y mantuviera las costumbres que se habían ido perdiendo a lo largo del siglo XIX. Aunado a eso, Maximiliano y Carlota implementan de manera inteligente una estrategia de reconciliación con adversarios de distintas corrientes, otorgando adhesión a la corte a diversas personas clave a nivel económico, político y social3. De esta forma, mantenían tanto a simpatizantes como adversarios cerca de la pareja imperial y fuera de los ámbitos políticos, donde podrían causar más daño o revuelo. Maximiliano se encarga de crear una especie de “meritocracia” alrededor de su figura y de la institución imperial4, con la que muchos parecen querer congraciarse.
Volviendo al punto inicial del apoyo o popularidad con la que pudieron contar los Habsburgo, hay que decir que a pesar de que su presupuesto anual fuera insostenible (1,700,000 pesos al año versus 71,211 de la presidencia posterior5) Maximiliano supo afianzar el imaginario popular y nacional mexicano, por medio del uso de símbolos patrios, fiestas populares, monumentos conmemorativos y obras públicas. Da el grito en Dolores, Hidalgo, se viste de charro, come mole, frijoles y enchiladas. No se puede decir que no había un esfuerzo de su parte por conectar con esta gente y esta tierra. Pero al mismo tiempo “esta imagen se iba a ver fuertemente alterada por la presencia del ejército francés en México: […] aparecían en todas las ceremonias públicas, precedidos solo por los emperadores”6. Ante una dicotomía como esta, y si bien había un apoyo por cierto segmento de la población, es difícil creer que todos consideraran que existía un gobierno legítimo cuando el ejército que cuidaba del Emperador era un ejército francés en tierras mexicanas. Si bien es una práctica común hasta hoy en día el que un mandatario, presidente, monarca o primer ministro cuente con seguridad, el que la seguridad sea de un país ajeno al gobernado, difícilmente ayudará a lograr algún sentimiento de pertenencia y aceptación. Si bien las ocupaciones francesas no habían sido destructivas y se realizaron de manera pacífica, de tal modo que los mexicanos en general fueron espectadores más que participantes activos7, no deja de ser una invasión de un poder ajeno a México con objetivos expansionistas y de dominio. Así que, después de cuatro años de luchas intestinas entre liberales y conservadores, el segundo Imperio Mexicano terminó como todos sabemos; con el fusilamiento de Maximiliano y el destierro de una Carlota emocionalmente fragmentada.
Habiendo ya librado una lucha por la independencia apenas unas décadas atrás, la herida de un colonialismo europeo en tierras americanas estaba reciente, por lo que el segundo Imperio tenía muy pocas probabilidades de perdurar en el tiempo. Irónicamente, los acontecimientos de la década de 1860 “dotaría al México republicano de toda una serie de mitos que contribuirán a la consolidación de un imaginario nacional y nacionalista”8.
Bibliografía
Pani, Erika. El proyecto de estado de Maximiliano a través de la vida cortesana y del ceremonial público. Historia Mexicana, XLV:2, El Colegio de México, 1995. pp. 423-460.
Pani, Erika. Novia de republicanos, franceses y emperadores: la Ciudad de México durante la intervención francesa. Relaciones 84, otoño 2000, Vol. XXI. Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. pp. 134-173.
1 Pani, Erika. Novia de republicanos, franceses y emperadores, p. 135.
2 Idem, p, 136.
3 Pani, Erika. El proyecto de estado de Maximiliano, p. 430.
4 Idem, p. 433.
5 Idem, p. 425.
6 Idem, p. 439.
7 Pani, Erika. Novia de republicanos, franceses y emperadores, p. 149.
8 Idem, p. 169.