Lo medular que encontramos en el sistema de creencias que enuncia Isidoro de Sevilla es ante todo la demostración del dogma católico, lo que será la religión cristiana como única y verdadera a partir de la afirmación sobre el origen divino del “padre, hijo y espíritu” los cuales serían dotados de una misma naturaleza y de ser así nada podría estar fuera de esta concepción divina, esto se debe a que en el contexto en el que se encuentra Isidoro de Sevilla apenas se está conformando como institución el cristianismo, por lo cual es fundamental que a partir de un discurso se justifique una visión absoluta sobre la realidad y a partir del propio discurso mostrar que cualquiera que difiera con la visión católica será producto de malas y equivocas interpretaciones que se tienen que borrar por completo, tal es el caso del arrianismo, al cual dotará de herejía y perversión, ya que uno de sus planteamientos sobre la divinidad es concebir al padre y al hijo de diferente naturaleza.
Es a partir de esta discusión que podríamos develar aquellas razones que llevaron al hispalense a redactar bajo el modelo de la crónica una historia del pueblo godo bajo un discurso cargado constantemente de referencias del dogma cristiano, mitificando a este pueblo a través de un origen divino, al referir algunos creen que son descendientes de Magog, hijo de Jafet y del profeta Ezequiel, con el fin de demostrar que a comparación de los vándalos, los suevos y otros pueblos bárbaros, los godos son desde un principio un pueblo elegido que hace alusión al pueblo hebreo, y cómo estos pasarán de la creencia arriana a la verdadera religión a partir de su llegada a Roma, esta conversión se verá representada a partir de ciertos comportamientos que a los ojos de Isidoro de Sevilla le confirmarán y argumentan que no es un pueblo sumergido en la barbarie, sino un pueblo civilizado y de buenos cristianos, alusión que se percibe en un primer momento cuando sitúa a los godos como un castigo hacia los romanos por dejar las antiguas creencias por el cristianismo, una vez que los godos entran a la ciudad y se encuentran con los templos cristianos estos no los destruyen ni saquean, mostrando su parte misericordiosa, perdonando la vida y respetando objetos sagrados que inclusive resguardaron mediante el acompañamiento de un rito en procesión.
Otra de las razones por las cuales redacta la historia de los godos es la necesidad de evangelizar y mostrar cómo otra interpretación del dogma cristiano que no sea el católico solo trae desgracias, los castigos siempre son de origen divino, lo cual a nivel retórico lo coloca como verídico, algo que realmente aconteció, de ahí sus constantes alusiones divinas, profecías que se cumplen, donde entraría la reivindicación de un pueblo que no es culpable de su herencia arriana herética, sino que es siempre a causa de otro, el bárbaro, que el pueblo godo vuelve a caer hacia el arrianismo, sin dejar de mencionar aquellos gobernantes más importantes en pro de salvaguardar la verdadera religión y posicionarla como principal religión del pueblo godo, tal es el caso de Leovigildo y Recaredo que convierte a toda la nación goda en católica y logra borrar por completo el arrianismo de los godos.
Si bien teniendo a pueblos como los francos, los suevos, entre otros, por qué la atención se centra solamente en el pueblo godo, esto corresponde a que su finalidad es justificar ciertos actos de violencia que acontecieron históricamente entre los godos para poder considerarse como el pueblo elegido para la unificación de España bajo una religión, el catolicismo, esto se esclarece cuando atendemos al lugar de producción desde el que está escribiendo que hay que tomar en cuenta que el hispalense está al servicio del monarca Suintila quien es de origen godo al igual que el propio Isidoro de Sevilla. De ahí que solo aparezcan los suevos y los vándalos como parte del uso retórico que da veracidad y justificación del devenir histórico de los godos por el cual estos se reafirman como católicos, pues al referirse a los otros como bárbaros los pinta haciendo alusión a las cuatro plagas del Antiguo Testamento, al igual que mediante prácticas como el canibalismo o profesar el culto arriano, estas denostaciones están pensadas en función de retratar a los godos como un pueblo civilizado.
En referencia a qué lectura haría un cristiano creyente a propósito de las obras de la obra de Isidoro de Sevilla o de Antonio Valeriano con el Nican Mopohua, no cabe duda que no pondría en tela de juicio los textos mencionados y los tomaría en sentido literal, así como verídicos, ya que se encuentra el creyente inmerso dentro de un sistema de pensamiento y de creencias donde no se atrevería a cuestionar, por un lado, un par de textos que son considerados como testimonio de carácter histórico, y por otro debido a que el texto sobre la historia de los godos fue realizada por uno de los pilares y Padres de la Iglesia Católica como es Isidoro de Sevilla, lo cual dota de autoridad incuestionable al texto; tampoco sería cuestionada la segunda obra, ya que trata sobre uno de los temas más escabrosos dentro de la religión católica, la aparición de la Virgen hacia Juan Diego, este último hecho que implica una aparición está ya dotándolo con un carácter verídico del que Antonio Valeriano da fe, cuestión que refuerza la certeza del más aún porque esta aparición no se da a cualquier persona sino a un indígena que cumple con la característica de ser un buen cristiano, aspecto que pesa mucho debido a su lugar de producción del que se escribe y para quien se escribe, en este caso es un texto que se ocupa de la evangelización de los indígenas por parte de otro indígena cristianizado.
Cómo tendríamos que abordar el texto de Isidoro de Sevilla, es una pregunta que nos remite directamente al análisis sobre lo que conlleva una operación historiográfica, entiéndase como una serie de dispositivos que se ponen en operación en la práctica de la escritura de la historia, estos implican un lugar social, una práctica, una escritura que atraviesan el texto de manera implícita, pero que dejan al descubierto la manera escribir, de leer y analizar un documento histórico, por un lado, tenemos que tener en cuenta que toda aquella objetividad con la que se pretende leer el texto del hispalense queda rebasada por las propias subjetividades del autor, como su contexto en el que escribe, siglo VII, momento en el que está en pleno auge la conformación del sistema de creencias a partir del discurso hegemónico, del cual Isidoro de Sevilla forma parte, en un segundo plano tenemos que el autor no obedece a una sola institución como lo es la religión, sino que también obedece a la institución monárquica para la cual realiza la crónica del pueblo godo. Ya con estas aseveraciones desde nuestra posición sería bastante arriesgado acercarnos a un texto/documento como este desde una mirada inocente y concebirlo como verídico sin cuestionarlo, debido a todas las connotaciones que adquiere desde su lugar de producción, adjuntando aquellas finalidades con las que se crea y para quienes se crea, de ahí que se tenga que condicionar el discurso del texto a una revisión más detallada que aquello que a simple vista no reconocemos cómo lo es evangelizar, justificar ciertos actos y a cierto pueblo y con ello a cierto gobernante a partir del uso de una retórica de carácter sencilla.