Categoría: Cultural

Por: JAZMIN ESTRADA VILLAGRAN / Fecha: diciembre 4, 2025

"Lodo" de Héctor Santarriaga es una novela gráfica de horror y memoria, donde Nacho enfrenta sus sombras en Santa Lucía Ameyalco, recordándonos que nadie escapa de su destino.

Extracto

Lodo, de Héctor Santarriaga, es una novela gráfica que nos enfrenta al miedo más profundo: aquel que surge desde lo propio, desde las sombras que habitan en nuestra memoria. Nacho, su protagonista, regresa a Santa Lucía Ameyalco tras una tragedia familiar, solo para descubrir que el pueblo, y lo que yace bajo sus raíces, nunca lo olvidaron.

Con una narrativa no lineal y en primera persona, Santarriaga construye un relato donde el tiempo y la memoria se convierten en personajes activos que acechan y devoran. Entre saltos temporales —1932, 1941 y 1984—, el lector se sumerge en un rompecabezas de recuerdos, pasiones y terrores, donde la cueva y la enigmática Malena son detonantes de un destino inevitable.

La obra se nutre de elementos trágicos: Nacho, atrapado por sus apegos, desafía los límites de su pasado y de sí mismo, encarnando la condición del héroe condenado. La gráfica, cruda y desafiante, dialoga con la aspereza del protagonista y el paisaje árido que lo envuelve.

Lodo confirma a Santarriaga como una de las voces más relevantes del cómic mexicano contemporáneo. No es solo un relato de horror, sino un eco persistente que nos recuerda que todos, tarde o temprano, debemos enfrentar las sombras que nos definen.

Introducción: El miedo al propio ser

“Pero el monstruo del pozo era real y había ido por mí. Otra vez. Su gruñido congeló mi sangre y entonces… desperté.” (pp. 20-22)

¿Cuál podría ser la razón detonante para experimentar el terror o el miedo más profundo? ¿Será el miedo al acecho, oculto tras las sombras como un cazador que espera el momento del ataque? ¿O el miedo a lo desconocido, a aquello a lo que ni siquiera podemos adjudicar un rostro o una forma? Hay quienes temen al tiempo, como si el tiempo mismo fuera una sentencia, y tal vez lo sea. También están quienes sienten miedo ante algo que pueda dañar a sus seres queridos o a sí mismos; quizá este sea el miedo más conversado, precisamente por ser el más cotidiano.

Pero existe otro miedo del que pocas veces se habla: el miedo a lo propio, a aquello que pertenece al ser mismo. Ese terror que nos provoca lo que forma parte invariable de nuestra existencia y que, incluso, puede ser definitorio de nuestra razón de ser, pero que a nuestros ojos resulta terrible por lo que genera: corroe día con día, a veces con un ruido ensordecedor, a veces con un silencio que aniquila. Aquello que detona el miedo a enfrentar al propio ser se asemeja a una bestia que, en ocasiones, descansa y duerme; otras veces permanece enjaulada, y a veces parece inofensiva, como en la canción de Nick Lowe, hecha famosa por el inmortal Johnny Cash:

The beast in me: 

The beast in me

Is caged by frail and fragile bars

Restless by day and by night

Rants and rages at the stars

God help the beast in me

The beast in me

Has had to learn to live with pain

And how to shelter from the rain

And in the twinkling of an eye

Might have to be restrained

God help the beast in me

Sometimes it tries to kid me

That it’s just a teddy bear

And even somehow manage

To vanish in the air

And that is when I must beware

Of the beast in me

That everybody knows

They’ve seen him out dressed in my clothes

Patently unclear

If it’s New York or New Year

God help the beast in me

The beast in me

(Nick Lowe, 1990)

La bestia en mí:

La bestia en mí
Está enjaulada por barrotes frágiles y endebles
Inquieta de día y de noche
Grita y rabia contra las estrellas
Dios ayude a la bestia en mí

La bestia en mí
Ha tenido que aprender a vivir con dolor
Y cómo resguardarse de la lluvia
Y en un abrir y cerrar de ojos
Podría tener que ser contenida
Dios ayude a la bestia en mí

A veces intenta engañarme
Haciéndome creer que es solo un osito de peluche
E incluso, de algún modo, logra
Desvanecerse en el aire
Y es entonces cuando debo tener cuidado
De la bestia en mí

Que todos conocen
La han visto afuera vestida con mi ropa
Evidentemente incierto
Si es Nueva York o Año Nuevo
Dios ayude a la bestia en mí.

A la bestia en mí.

(Traducción hecha por IA)

Ese es, quizá, el terror más profundo: el que surge de lo peor del propio ser y de la propia existencia. Ese es el terror al que se enfrenta Nacho, protagonista de la novela gráfica Lodo de Héctor Santarriaga, al verse obligado a regresar a su pueblo natal, Santa Lucía Ameyalco, tras la muerte de uno de sus seres más queridos, tal vez el que más lo apreció.

Después de conocer Santa Lucía Ameyalco en Bajo la piel de la bruja, volvemos a este pueblo infernal a través de un viaje de 109 páginas colmadas de misterio, terror y una narrativa inmersiva, donde respiraremos los áridos vientos del pueblo y la frialdad de las cuevas junto con Nacho, el protagonista, y con cada uno de los personajes con los que, para bien o para mal, deberá tropezar a lo largo de los años.

Sobre el autor

Héctor Germán Santarriaga es un autor mexicano de novela gráfica, egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Azcapotzalco, como diseñador en Comunicación Gráfica. Cuenta con una amplia trayectoria como escritor, dibujante y editor de cómics. Es director general de Nostromo Ediciones y cofundador de Pura Pinche Fortaleza Cómics, ambos sellos editoriales independientes especializados en la producción y comercialización de cómics y novelas gráficas en México.

Desde 2016 forma parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte en la disciplina de Narrativa Gráfica. Ha publicado las novelas gráficas Hermanos (2014), Coda: La bailarina, el hipopótamo y el muro (2015), Luz eterna (2016), Cuervo eléctrico (2017), Sueños rotos: Sofía (2018), Gila: El sol negro (2018), Sueños rotos: Julia (2019), Bajo la piel de la bruja (2019), Serenata del zombi (2019) y Sueños rotos: Emi (2022). (Biografía del autor extraída de la novela gráfica Lodo)

Consolidado como una de las voces más relevantes de la narrativa gráfica mexicana contemporánea, destaca no solo por su estilo artístico —en constante experimentación con la gráfica y la técnica—, sino también por el valor literario de sus obras, la complejidad de los personajes que construye y el cuidado diseño editorial que caracteriza cada una de sus publicaciones.

En esta ocasión, Héctor presenta la que quizá sea su mejor novela gráfica de terror: una obra de narrativa envolvente, llena de saltos en el tiempo, atravesada por un matiz constante de misterio y horror, y con un conflicto central devastador: cuando el apego, dormido pero nunca olvidado, se convierte en una bestia capaz de devorarlo todo hasta dejarlo en ruinas.

Héctor Santarriaga es, sin duda, un artista de la narrativa gráfica que ha fortalecido el cómic mexicano contemporáneo a nivel nacional e internacional, dejando con su obra un legado innegable para el presente y el futuro.

Sinopsis de la novela

“Bajo la piel de la bruja habita un monstruo. Bajo las raíces del pueblo, un horror sin nombre despierta, voraz. Nacho se prometió jamás volver a Santa Lucía Ameyalco. Bajo su tierra encontró un tesoro… y algo más: una voraz verdad innombrable. Cuarenta años después, una tragedia familiar lo obliga a regresar. Pero el pueblo no ha olvidado; ni lo que yace bajo sus raíces ha dejado de existir.

Los recuerdos lo persiguen: un amor imposible, un misterio inconcluso… y la voz del abismo llamándolo otra vez. ¿Hasta dónde lo arrastrará su ambición, su culpa y su sed de respuestas?

Con esta novela gráfica, Héctor Santarriaga abre de nuevo las puertas de su universo de horror, creado en Bajo la piel de la bruja, para recordarnos que hay secretos que no deben desenterrarse y terrores que jamás se irán.”
(Sinopsis oficial de la novela)

En una historia de un solo tomo y con una espléndida narrativa marcada por saltos en el tiempo, Héctor Santarriaga nos conduce al trágico destino de Nacho, un destino inevitablemente atado a su pasado, a su memoria y a sus recuerdos. Con una narración en primera persona, conocemos —desde los ojos de su protagonista— a algunos de los habitantes del sombrío Santa Lucía Ameyalco, un lugar ficticio inspirado en un pueblo del Estado de México, pero que podría asemejarse a muchos otros del país.

Tras cuatro décadas de ausencia, Nacho regresa en medio de una pérdida que lo desgarra, para reencontrarse con familiares y amistades, pero sobre todo con viejas pasiones capaces de devorarlo todo.

En Santa Lucía Ameyalco, los recuerdos nunca mueren: se transforman en sombras que esperan paciente el regreso de quienes un día intentaron huir de ellas.

La tragedia del apego 

Si hacemos un ejercicio cauteloso de reducción con respecto al cine, el teatro y el cómic, podemos afirmar que son medios artísticos que se caracterizan por contar historias a través de secuencias de acciones que son, de alguna manera, perceptibles a los sentidos del espectador. Si bien el lenguaje del que hacen uso es distinto el uno del otro, podemos encontrar algunas similitudes interesantes como la descrita anteriormente.

Es por ello que podemos comenzar a analizar el grado de complejidad que tienen algunas obras de los medios artísticos descritos, ya que parece que tienen cierta interseccionalidad con elementos que alcanzan a rozar las características del otro. Es por ello que podemos decir eventualmente expresiones como “este cómic es muy cinematográfico” o “esta película es muy teatral”. Hay un grado de realidad en estas expresiones y que va más allá de una mera percepción banal del espectador/lector.

Esto es algo que ocurre de manera peculiar en la más reciente novela gráfica de Héctor Santarriaga. No solamente la secuencia artística que nos recuerda a la construcción cinematográfica de un terror lleno de misterio en ambientes áridos y rudimentarios, sino un desarrollo literario con cierta teatralidad al ocurrir todo desde y por el personaje principal: Nacho.

Nacho está ahogado en sus propios recuerdos y dichos recuerdos parecen más vivos que su presente y eso por sí mismo marca una pauta importante para comprender la naturaleza de nuestro protagonista y su inevitable destino. Su destino no solamente es terrible, sino que también es trágico, y con esto no se pretende afirmar que todo el desarrollo hecho por el autor sea a partir de una delimitación teatral de la tragedia como género, pero sí es posible analizar que toma partes de ella, de manera intencional o no, para su desarrollo y eso es, precisamente, lo que le hace más interesante.

De acuerdo con Claudia Cecilia Alatorre, la tragedia implica una transgresión individual que desencadena consecuencias no solo personales, sino también sociales e históricas, hasta provocar el derrumbe de un orden y la instauración de otro. En la obra de Santarriaga, esa transgresión está marcada por el apego de Nacho, que lo impulsa a desafiar los límites impuestos tanto en su juventud como en la madurez, generando un destino que lo sobrepasa. Luisa Josefina Hernández, por su parte, afirma que “la tragedia está entre el cielo y la tierra, como Prometeo en la roca”, aludiendo al carácter epifánico y absoluto del sufrimiento trágico. Nacho encarna esta condición: atrapado entre el peso de sus recuerdos y la imposibilidad de liberarse de ellos, su caída no es solo personal, sino también una metáfora de lo humano enfrentado a sus propios abismos. Así, Alatorre y Hernández nos permiten leer esta novela gráfica como un relato que, sin declararse estrictamente trágico, se nutre de los fundamentos del género para convertir el apego en destino.

¿Por qué Nacho, al regresar a su pueblo natal, decide también retornar a lo más oscuro de sus recuerdos? ¿Será que jamás salió de ese abismo oscuro que comenzó cuando picaba piedra dentro de la cueva? ¿Será su ambición el principal motor de sus acciones o son sus apegos? En cualquier caso, podemos ver una especie de “transgresión” en el sentido trágico del término y esto ocurre, por primera vez, cuando Nacho se dejó llevar por sus pasiones hacia Malena, transgrediendo las órdenes de quienes estaban pagando por sus servicios al picar piedra y escarbar dentro de la cueva. La segunda, cuarenta años después, cuando decidió volver a la misma cueva a pesar de que los recuerdos en torno a ella despertaban sus peores pesadillas: ¿quién es capaz de regresar, por su propio pie, a aquel lugar que más terror le provoca?

Es aquello, su no poder soltar, su pecado más grande, su motivo de transgresión, aquello que propicia ese tono trágico en la obra, culminando en lo más profundo del subsuelo.

Tiempo y memoria

Otro factor determinante en esta obra de Héctor Santarriaga es el complejo manejo del tiempo en la narración, el cual se articula a partir de las memorias que brotan en la mente del protagonista. A través de saltos temporales, relatados desde los recuerdos de Nacho, viajamos a tres momentos clave de su vida: aquel trágico día de 1932 en Santa Lucía Ameyalco, cuando todo el pueblo presenció el episodio más terrorífico de sus vidas; después a 1941, cuando Nacho descubre una cueva con secretos ancestrales y a la enigmática y hermosa Malena; y finalmente, al presente de 1984, donde enfrentará su destino definitivo.

La narrativa no lineal se despliega como un rompecabezas de fragmentos imborrables, donde el tiempo no solo delimita, sino que se erige como un personaje activo que provoca melancolía, misterio y desencanto, además de un sinfín de emociones complejas para el protagonista. Del mismo modo, la memoria no se utiliza como simple pretexto narrativo, sino como detonante del terror: el apego a lo ya vivido, a esos recuerdos que insisten en reaparecer en sueños y en la vigilia, persiguiendo a Nacho a lo largo de cuatro décadas. De esta manera, es el mismo Nacho y su memoria, los responsables del miedo o el terror.

Durante todo ese tiempo, Nacho permaneció atado a Santa Lucía Ameyalco y a la cueva. Aunque huyó con determinación, los terrores que marcaron su vida se incrustaron en su identidad y en su ser. Como esa bestia descrita en la introducción, aparece y reaparece en la cotidianidad, aguardando el momento de su retorno. Y cuando Nacho vuelve, la bestia se manifiesta sin reservas: lo conduce a las profundidades donde todo adquiere sentido, porque el terror se disipa únicamente al comprenderlo todo, incluso el destino inmediato que lo aguarda.

En la obra de Santarriaga, el tiempo no pasa: acecha; y la memoria no recuerda: devora.

Relevancia cultural

El cómic mexicano independiente contemporáneo ha demostrado ser un terreno fértil para la creación de obras de gran calidad, no solo por su fuerza gráfica y artística, sino también por la solidez literaria con la que algunos de sus autores tejen universos narrativos complejos. En este horizonte, Lodo se erige como una muestra contundente, ya que su autor logra ambas cosas: una obra que garantiza adrenalina, intriga y un goce innegable para los amantes del terror, pero que también seduce a quienes buscan historias que se alejen de lo previsible, apostando por tramas distintas, hondas y desafiantes. Esto, aunado a una gráfica desafiante que refleja en sí misma la rispidez de su protagonista y la del lugar de donde es originario.

La novela gráfica de Héctor Santarriaga invita a sus lectores a recorrer un camino en el que cada página abre posibilidades interpretativas, donde las conjeturas personales se entrelazan con la inexorable fatalidad que recae sobre el protagonista. Así, Lodo no solo ofrece entretenimiento, sino también un espacio de reflexión en torno al destino, la memoria y la imposibilidad de escapar de aquello que nos habita.

En el mapa del cómic mexicano contemporáneo, Lodo no es únicamente un relato de horror: es un eco persistente que nos recuerda que, tarde o temprano, todos debemos enfrentar las sombras que nos definen.

Y es en este eco donde se escucha también la voz de Héctor Santarriaga, quien ha consolidado una obra que trasciende lo inmediato y se convierte en referente cultural. Con Lodo, su legado en la narrativa gráfica mexicana se afianza, recordándonos que el cómic es un territorio fértil para explorar las profundidades de la condición humana y un faro que proyecta al cómic nacional hacia el presente y el futuro.

Lodo no es solo una novela gráfica de terror: es una obra que reafirma la madurez del cómic mexicano independiente, un testimonio artístico que dialoga con la memoria, el tiempo y el destino, y que demuestra que en la narrativa gráfica también laten las grandes preguntas universales de la literatura.

Dónde conseguir la obra:

https://purafortalezacomics.mercadoshops.com.mx/lodo

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