Categoría: Filosofía

Por: JAZMIN ESTRADA VILLAGRAN / Fecha: diciembre 15, 2025

Contra la hiperaceleración, la duración bergsoniana invita a habitar el tiempo como continuidad cualitativa: reapropiar atención, fundar actos libres y vivir el presente con lucidez.

Resumen
Vivimos en una época marcada por la hiperaceleración, la hiperconectividad y la inmediatez, donde la lógica de la eficiencia reconfigura nuestra relación con el tiempo, la atención y la conciencia. Este artículo propone pensar la duración —en el sentido bergsoniano— como una categoría filosófica capaz de resistir la fragmentación del presente que imponen los tiempos hipermodernos descritos por Lipovetsky y Charles. En la primera parte se exploran los núcleos conceptuales de Bergson (intensidad, extensión, multiplicidad y porvenir) para mostrar que la duración es una vivencia cualitativa indivisible, base de la libertad como expresión de la personalidad en su totalidad. En diálogo con el diagnóstico hipermoderno (aceleración, consumismo y satisfacciones inmediatas), se argumenta que la duración ofrece una contra-lógica temporal frente al dopaje del presente y la compresión social del tiempo-espacio. Un contrapunto poético de Peter Handke ayuda a recuperar la experiencia estética de la permanencia en lo pequeño. Se concluye que la duración permite reapropiarnos del tiempo vivido, educar la conciencia para actos libres y habitar el presente con lucidez, más allá del rendimiento y la brevedad.
Abstract
We live in an era of hyper-acceleration, hyperconnectivity, and immediacy, where the logic of efficiency reshapes our relationship with time, attention, and consciousness. This article proposes Bergson’s notion of duration as a philosophical category capable of resisting the fragmentation of the present imposed by hypermodern times, as analyzed by Lipovetsky and Charles. The first part revisits Bergson’s core concepts (intensity, extension, multiplicity, and futurity) to show that duration is a qualitative lived experience, grounding freedom as the expression of one’s whole personality. In dialogue with hypermodern dynamics (acceleration, consumerism, and instant gratifications), duration emerges as a counter-temporal logic against present “doping” and social time-space compression. A poetic counterpoint from Peter Handke recovers the aesthetic experience of permanence in small things. The article concludes that duration enables a reappropriation of lived time, an education of consciousness toward free acts, and a lucid inhabiting of the present beyond performance and brevity.
Palabras clave: Duración; Bergson; Hipermodernidad; Consumismo; Libertad.
Keywords: Duration; Bergson; Hypermodernity; Consumerism; Freedom.

La Cultura de la Aceleración
Vivimos en una época marcada por la aceleración, la hiperconectividad y la inmediatez. Las plataformas digitales y sociodigitales han transformado profundamente no solo nuestras formas de comunicación, sino también nuestras relaciones con el tiempo, la atención y la conciencia. La lógica de la eficiencia ha colonizado incluso el plano afectivo y cognitivo, generando una especie de hipervigilancia productiva que convive paradójicamente con una creciente dificultad para permanecer en el presente.
Estudios recientes confirman esta tendencia. La Dra. Gloria Mark, investigadora de la Universidad de California, Irvine, señala que la capacidad de atención promedio frente a una pantalla ha disminuido drásticamente: de dos minutos y medio en 2004, a 47 segundos en los años recientes, con una mediana de 40 segundos. Según su análisis, “en los últimos 20 años, se han perdido casi dos minutos de atención a las pantallas” (Observatorio Tec de Monterrey).
Estos datos invitan a una reflexión filosófica más profunda: ¿estamos frente a una cultura de la aceleración impulsada por los tiempos hipermodernos? ¿Qué beneficios podría tener el estudio filosófico de la duración como forma de resistencia crítica y condición de posibilidad para la libertad? Este artículo propone precisamente eso: pensar la duración —tal como fue desarrollada por Henri Bergson— como categoría central para comprender y contradecir los regímenes de inmediatez, en diálogo con Gilles Lipovetsky y Sébastien Charles. Como contrapunto poético, se integran fragmentos de El poema a la duración de Peter Handke, que devuelven a la experiencia del tiempo una densidad estética y existencial.

El concepto de la duración pura: entre extensión e intensidad

“Esta duración, ¿qué era?
¿Era un lapso de tiempo?
¿Algo mensurable? ¿Una certeza?
No, la duración era un sentimiento,
el más efímero de todos los sentimientos.”
— Handke, (Poema a la duración, p. 17)

Bergson separa la duración de cualquier forma de medición externa. La duración no es lapso ni cantidad: es una vivencia subjetiva, indivisible e intensiva. Uno de los errores de la filosofía y la ciencia modernas ha sido reducir el tiempo a una sucesión homogénea de instantes medibles —un tiempo espacializado—; frente a ello, Bergson propone la duración pura (durée), aprehensible solo desde la experiencia interna.
Esta distinción se aclara al analizar la intensidad de las sensaciones. En vez de tratar la intensidad como una magnitud, Bergson la define como cualidad psíquica: “La intensidad es una propiedad de la sensación” (Bergson, Ensayo, p. 18). Introduce así dos órdenes:
Lo extensivo: cuantificable, divisible, propio del espacio.

Lo intensivo: cualitativo, indivisible, propio de la conciencia.

La extensión crece por adición; la intensidad se transforma como experiencia interna. Por eso la duración es intensiva por naturaleza: es la continuidad vivida donde los estados de conciencia se fusionan en un flujo que pierde sentido si se corta.
Hablamos, entonces, no del tiempo del reloj, sino del tiempo vivido, que se contrae o expande según la atención, la emoción o el deseo. Recuperar esta idea, en una cultura obsesionada con rapidez y mensura, es ya un gesto de resistencia filosófica.

La idea del porvenir y la necesidad de permanencia
El porvenir en Bergson no es un punto fijo en una línea, sino una construcción dinámica rica en posibilidades: una intuición de virtualidades que luego la realidad concreta simplifica. Esta riqueza expresa la capacidad creativa de la duración: apertura, novedad, indeterminación.
Bergson lo ilustra con ejemplos empíricos que muestran cómo la duración se experimenta en la conciencia como crecimiento interno. Una melodía no es suma de notas, sino devenir continuo; cada nota retiene las anteriores y anticipa las siguientes. Su belleza pervive como un todo en la conciencia. Lo mismo ocurre con un esfuerzo sostenido o con un sentimiento como la piedad.

“La duración es la forma que toma la sucesión de nuestros estados de conciencia cuando nuestro yo se deja vivir, cuando se abstiene de separar el presente del pasado” (Bergson, Ensayo, p. 90).

La permanencia no es inercia: es cambio cualitativo constante. De ahí que la duración no pueda pensarse desde el tiempo cronológico (cuantificable, espacializado), sino como tiempo vivido, indivisible y no representable como línea. Reivindicar la continuidad interior resiste la fragmentación que impone la cultura de la brevedad y la eficacia.

Multiplicidad en los estados de conciencia
“La duración tiene que ver con los años,
con los decenios, con el tiempo de la vida;
la duración; ella es el sentimiento de la vida.”
— Handke, (Poema a la Duración, p. 21)

La conciencia no se da como serie de unidades discretas, sino como continuidad viva. Bergson advierte contra representar lo interno con categorías de lo externo. Propone distinguir:
Multiplicidad cuantitativa o espacial (objetos homogéneos, yuxtapuestos, medibles).

Multiplicidad cualitativa o intensiva (estados de conciencia indivisibles, transformación continua).

Esta segunda —la duración— describe cómo sentimos el tiempo: interpenetración de estados, no sucesión aritmética. Emociones como la nostalgia o la alegría no se fraccionan sin desnaturalizarlas:
“La duración es una sucesión de estados de conciencia que se funden unos con otros, y que no se pueden aislar sin desnaturalizarlos” (Bergson, Ensayo, p. 80).
La duración pertenece al orden heterogéneo de las cualidades sensibles. Reconocerlo es clave para resistir la cuantificación del vivir y recuperar una subjetividad intensiva del tiempo.

Hipermodernismo: aceleración y compresión social del tiempo-espacio
Del proyecto moderno y su crisis posmoderna emerge, según Gilles Lipovetsky y Sébastien Charles, una fase hipermoderna: exacerbación del individualismo, el consumismo y la efimeridad. La vida social entra en hiperaceleración y se instala una cultura de la inmediatez regida por el rendimiento y la actualización constante.
La expansión de las tecnologías de la información no produce necesariamente un “aquí y ahora” más pleno, sino una ansiedad por lo inmediato: un dopaje del presente que impide habitarlo. Como advierten los autores: “No todo funciona con exceso, pero nadie, de un modo o de otro, está a salvo de la lógica de lo extremo” (Lipovetsky y Charles, Los Tiempos, p. 59). El “frenesí consumista” (Lipovetsky y Charles, Los Tiempos, p. 57) reconfigura trabajo, deseo, vínculos y percepción del tiempo, comprimiendo el tiempo-espacio como recurso explotable y monetizable.
En este contexto, la duración bergsoniana aparece como vía de resistencia: pensar el tiempo como vivencia cualitativa y no como mera aceleración funcional.

Consumismo y satisfacciones inmediatas
La pertenencia social ya no depende de ideologías estables, sino de la respuesta a tendencias fugaces impulsadas por dinámicas virales. La “cultura del exceso” (Lipovetsky y Charles) fomenta una búsqueda de placeres inmediatos que intenta llenar vacíos de sentido.
“Una cultura hedonista y psicologista que incita a la satisfacción inmediata de necesidades, estimula la urgencia de placeres…” (Lipovetsky y Charles, Los Tiempos, p. 64).
Lejos de colmar, la inmediatez potencia una sensación de vacío y una dificultad creciente para permanecer en el presente. Las satisfacciones inmediatas —compras, estímulos, notificaciones— operan como paliativos efímeros. Frente a ello, la duración propone habitar el presente como continuidad consciente: no tiempos medibles, sino plenitud de experiencia. Así, la duración puede funcionar como antídoto filosófico ante el consumo compulsivo que busca silenciar la falta con más inmediatez.

La duración como componente del acto libre
La libertad no es una elección entre opciones externas sometidas al cálculo; esa visión, heredera del determinismo mecanicista, vuelve la libertad ilusoria. Para Bergson, la verdadera libertad se manifiesta en la duración, como expresión de la personalidad entera:
“Los actos verdaderamente libres son raros, casi espontáneos, y solo así sabemos que la libertad es verdadera, porque surge de la personalidad entera de manera indefinible” (Bergson, Ensayo 23).
Un acto libre no reacciona mecánicamente a estímulos ni replica modas; brota de la continuidad interior. En contraste con la lógica de la inmediatez —que fragmenta la atención en ráfagas—, el acto libre implica reapropiarse del tiempo para que la persona se exprese como totalidad. La duración es, así, condición de posibilidad de la libertad: educar la conciencia para la duración es educarla para actos auténticos, no para elecciones superficiales.

Conclusión
En la cultura hipermoderna, la aceleración y la inmediatez colonizan el presente y erosionan la atención. Frente a ello, la duración bergsoniana ofrece un marco filosófico para reapropiar el tiempo vivido, sostener la continuidad interior y fundar la libertad como acto creador, más allá del rendimiento y la brevedad.
La duración no es un fluir cronológico, sino un sentimiento de continuidad que unifica la conciencia consigo misma. De ahí que la libertad consista menos en elegir que en expresar la personalidad entera en actos nacidos de la interioridad. En una época que premia la respuesta inmediata, esta propuesta es una resistencia ética y estética.
La voz de Peter Handke refuerza esta reapropiación del tiempo en lo mínimo:

“Extraño también el sentimiento de la duración
a la vista de algunas pequeñas cosas
Cuanto más insignificantes, más conmovedoras” (Handke, Poema, p. 49).

En lo insignificante se abre la posibilidad de una duración no sometida a la prisa ni al consumo: una fuente de plenitud y libertad que devuelve al presente su espesor humano. Así, la filosofía de la duración no solo analiza el tiempo: enseña a habitarlo.

Referencias bibliográficas:
Bergson, Henri. Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia. Ediciones Sígueme, 1999.
Handke, Peter. Poema a la duración. Traducido por Eustaquio Barjau, Penguin Random House, 2019.
Lipovetsky, Gilles, y Sébastien Charles. Los tiempos hipermodernos. Editorial Anagrama, 2006.
Observatorio de Innovación Educativa, Tecnológico de Monterrey. “Atención en declive: cómo la tecnología afecta nuestra capacidad de concentración.” Observatorio Tec, https://observatorio.tec.mx/atencion-en-declive-como-la-tecnologia-afecta-nuestra-capacidad-de-concentracion/. Consultado el 29 de agosto de 2025.