La Ausencia de Dios y el Problema del Sentido en el Existencialismo
Las obras de Jean-Paul Sartre, A puerta cerrada y La Náusea, exploran la angustia existencial del ser humano en un universo sin propósito. En A puerta cerrada, la famosa frase “el infierno son los otros” y el desenlace de los personajes con la resignación “bien, sigamos con esto” reflejan una existencia que carece de una meta final. Para Sartre, la vida es un sin sentido, una travesía en un “bote sin timón, en un mar sin fin”, donde las acciones, al no conducir a un destino predeterminado, se vuelven fútiles.
La falta de un propósito último implica que la vida humana, al terminar en la muerte, carece de un valor intrínseco. En este marco, no hay diferencia sustancial entre las elecciones y acciones de una persona, ya que todas conducen al mismo destino. La vida se reduce a un periodo corto de tiempo donde las decisiones carecen de un peso final.
Moralidad y Nihilismo: Cuando “Todo Está Permitido”
Si la vida carece de un propósito último, la moralidad también se desmorona. El escritor ruso Fiódor Dostoyevski planteó una idea radical: “si no existe la inmortalidad, entonces todas las cosas están permitidas”. Esta premisa justifica la filosofía del egoísmo ético de la escritora Ayn Rand, quien defendía vivir “totalmente para usted mismo” sin rendir cuentas a nadie. Si la vida es corta y sin un propósito trascendental, el sacrificio por otros sería una “estupidez”.
Este problema se agudiza al cuestionar los fundamentos de los valores morales. Como argumenta el filósofo William Lane Craig en Fe Razonable, si no hay un Dios, no hay una base para los estándares objetivos de lo que es correcto e incorrecto. En un universo sin un “legislador divino”, el bien y el mal se convierten en meras expresiones del gusto personal o subproductos del condicionamiento sociocultural.
La Pérdida del Significado y el Vacío Moral
En un mundo sin Dios, el concepto de la moralidad pierde su significado. Decir que algo está “mal” porque ha sido prohibido por un ser superior es comprensible para los creyentes. Sin embargo, si se elimina la figura de ese ser, la prohibición se vuelve ininteligible. Las palabras “bien” y “mal” pierden su significado original y se convierten en conceptos vacíos. En este contexto, es imposible condenar la guerra, la opresión o el crimen como moralmente incorrectos, ya que no existe un estándar objetivo para juzgarlos. La fraternidad, la igualdad y el amor no pueden ser elogiados como valores intrínsecos.
El filósofo humanista Richard Dawkins incluso ha planteado que los principios morales tienen sus raíces en “el hábito y la costumbre, en el sentimiento y la moda”, lo que refuerza la idea de que la moralidad es un constructo humano y no una verdad objetiva. Al final, en un universo sin Dios, solo existe el “hecho vacío e inútil de la existencia”.
Referencias
- Craig, W. L. (2018). Fe Razonable. Kerigma.
- Rand, A. (1936). Los que vivimos. Grito Sagrado.
- Sartre, J. P. (1944). A puerta cerrada. Éxodo.
- Sartre, J. P. (1938). La Náusea. Gallimard.
- Dostoyevski, F. (1880). Los Hermanos Karamazov. Moscú.