Categoría: Filosofía

Por: AZAEL ALONZO MOGUEL / Fecha: diciembre 25, 2025

El antecedente de las religiones modernas está sin duda en el monoteísmo hebreo. Entendiendo al Dios de Israel es posible entender al Dios del cristianismo.

Antecedente de las religiones modernas, parte I.

El monoteísmo hebreo. Entendiendo al Dios de Israel.

Análisis de la obra del profesor Antonio González, “Buscar a tientas”.

 En la entrega anterior nos asomamos ligeramente al origen de las religiones imperiales y al establecimiento de su legitimidad, esto es, algo así como su derecho de conectar lo terreno con lo divino, asegurar en algunos casos desde la salida cotidiana del sol, las lluvias, el tiempo cíclico para la producción de alimentos, la ayuda de los dioses en la caza, la aceptación de las ofrendas y sacrificios y hasta la garantía de ser bienvenidos en el más allá. Lo anterior justificaba la existencia, primero del mago o chamán, después del sacerdote o rey, así como el poder regir sobre sus súbditos y vivir de la producción de estos.  En esta leve mirada nos hemos encontrado con lo que hoy conocemos como politeísmo, la creencia en la existencia de una pluralidad de divinidades, lo que en algunos pueblos originó la consecuente existencia de varios sacerdotes, los individuales representantes de cada una de aquellas. A efecto de intentar comprender a las religiones modernas, resumiremos el origen del monoteísmo hebreo, como primer antecedente de las tres grandes religiones modernas, a saber, el judaísmo, el cristianismo y el islam, monoteístas las tres, al menos es lo que suponen ser.

Históricamente, es posible ubicar lo que se conoce como “monoteísmo primitivo”, así como varios intentos en la época de las religiones imperiales de imponer el culto a un dios principal sobre otros; así tenemos al faraón Amenofis IV intentando instaurar un culto único a Atón, la divinidad del disco solar; sin embargo, a su muerte esto quedó solo en eso, un intento. En Irán, Zoroastro procuró lo mismo con Ahura Mazda, pero la evolución religiosa derivó esto en un dualismo. En la misma filosofía griega aparecieron tendencias monoteístas (González, 271). Es, sin embargo, el monoteísmo de Israel con sus continuaciones en el judaísmo, cristianismo e islam, el único que se ha perpetuado en el tiempo. Y aunque para nosotros en el presente parezca algo común, es importante reconocer que el monoteísmo no es en la historia de las religiones la regla, sino la excepción.

¿Cómo se origina este monoteísmo en el pueblo hebreo? En primera instancia, esta percepción de un Dios único y universal no es el resultado de reflexiones filosóficas en busca de una primera causa o un primer principio, como en Sócrates o Platón, sino a factores distintos, y reconozcamos, revolucionarios. Encontramos que fueron los mismos hebreos quienes desde siempre han dado acceso directo al historiador respecto a sus orígenes como pueblo y en consecuencia a esa auto percepción respecto a sí mismos: el pueblo de Dios. Su existencia desde su origen no es casual, no es producto de ideas o búsqueda de grandeza o dominio, sino que su origen está en su Dios.

En un texto del libro de Deuteronomio de la Biblia hebrea, hoy usada en el cristianismo, encontramos la forma en que Israel interpretó sus orígenes como religión y como pueblo:

Un arameo a punto de morir fue mi padre. El descendió a Egipto y vivió allí con unos pocos hombres, y allí llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos afligieron e impusieron sobre nosotros dura esclavitud. Pero clamamos a YHWH, Dios de nuestros padres, y YHWH escuchó nuestra voz. Vio nuestra aflicción, nuestro trabajo forzado y nuestra opresión, y YHWH nos sacó de Egipto con mano poderosa y brazo extendido, con gran terror, con señales y prodigios. Nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra: una tierra que fluye leche y miel. (Dt 26:5-10)[1].

Desde aquí vamos destacando que la religión de Israel no se entiende o resume a sí misma en credos, dogmas o doctrinas, sino más bien en una narración histórica; para ellos hay un Dios que actúa en la Historia. Inician aludiendo a sus padres, los patriarcas, para preparar la narración de su liberación de la esclavitud de Egipto, que desempeña un papel central en su religiosidad, en su fe en Dios. Del tiempo que pudieron estar esclavos en Egipto hay cierta evidencia. Entre otras cosas el mismo nombre de “Moisés” el libertador, es de origen egipcio y no hebreo. Los “apiru” mencionados en documentos egipcios (relatos de Tell-Amarna), relaciona a grupos nómadas orientales que habitaban en los confines del imperio egipcio, y que a algunos de estos los llegaron a esclavizar. La arqueología confirma la presencia de estos grupos en las zonas del Delta del Nilo, en las que, según el relato del Éxodo se establecieron los israelitas (González, 273). Aquí nos interesa, por ahora, la comprensión de sus creencias en un Dios único y universal, así como el modo en que ese relato histórico fue interpretado a lo largo de los siglos en el que YHWH (Yahvé o Jehová en algunas traducciones) los liberó del yugo opresor. Ese Dios que se manifestó a sus padres y los libera de los egipcios, a su entender, no es parte de un panteón de dioses interactuando cada uno en un área específica. Es un Dios que, aunque impronunciable tiene nombre propio, y al referirse ellos a Adonai, o “el Señor” (en respeto al Tetragrámaton Sagrado YHWH) están haciendo alusión a esa divinidad única y universal que es fuente y sustento de todas las cosas por él creadas, y ellos son su pueblo elegido (descendientes de aquel arameo) por encima de todos los demás. Ese Dios trasciende todo lo creado y está fuera y por encima de los poderes terrenales, por eso puede librarlos del poder del Faraón. Esto es importante, porque como tratamos de establecer en la entrega anterior (El fenómeno religioso, V parte), en las religiones imperiales previas, el poder del sacerdote-rey estaba necesariamente ligado o representado en un paralelismo con la corte o los poderes celestiales. Este es un Dios desligado también de lo ciclos de la naturaleza, y no es el dios de un rey local, candidato a ser convertido en rey de un imperio. Este es un Dios por encima de todos los poderes terrenales que bien puede librar de cualquier imperio o poder humano a su pueblo elegido, ya que está por encima de todos.

Esto último que es simple de entender en este tiempo, y para los religiosos y teólogos de la actualidad hasta blasfemo en la medida que se rebaja la trascendencia del Dios cristiano, que se supone es el mismo, para su tiempo fue una creencia totalmente novedosa. Tan novedosa que el pueblo común no fue capaz de comprender, el vulgo cayó en idolatría una y otra vez, de acuerdo con las reprensiones de los profetas. Idolatría significaba temer y rendir sacrificios y culto a las divinidades de los imperios vecinos, a esos dioses imperiales que si tenían figura, templos y altares y que eran ayuda de los imperios que venían y dominaban sobre ellos, una constante a la largo de su historia hasta el siglo II de nuestra era (Asiria, Babilonia, Persia, Grecia, Roma). Si estos imperios dominaban sobre Israel, es lógico que el vulgo interprete que los dioses de aquellos eran más poderosos que el Dios de Israel.

En resumen, los dioses imperiales a veces les parecían más reales y efectivos que el Dios trascendente que no sólo se supone creador del mundo, sino que se había manifestado a ellos cuando los liberó del poder del Faraón. Este es el meollo del asunto, ese Dios que tuvo el suficiente poder para liberarlos del imperio egipcio, tendría que volver a manifestarse en ellos para convertirlos en el más grande pueblo sobre la tierra, a menos que sea inferior en poder a los dioses imperiales. Ese rey que reinará para siempre sobre su pueblo, según cantaron el día de su liberación: YHWH reinará eternamente y para siempre jamás (Éxodo 15:18) lo hará mediante un Ungido, un gran profeta semejante a Moisés que los liberó de los egipcios, para cumplir así el pacto y juramento hecho a sus padres. Es ese Ungido negado por Israel, o más bien los discípulos de este Ungido, quienes perfeccionan en su momento para tergiversar después, pero al final, exportan a Occidente esta idea de un Dios único y universal que actúa en la historia y lleva las cosas a un fin. Pero antes de comentar sobre el origen del cristianismo, en la próxima entrega nos detendremos un poco en esta última idea: un Dios que reina y reinará sobre su pueblo Israel.

Bibliografía.

  • González Antonio. 2020. Buscar a tientas, una reflexión sobre las religiones. Barcelona: Ediciones Biblioteca Menno.
  • Biblia Versión Reina-Valera, 1960.

[1] Biblia Reina-Valera, 1960.