Categoría: Filosofía

Por: ALEJANDRO VILLANUEVA / Fecha: noviembre 6, 2025

El amplio y acalorado debate entre dos sistemas de pensamiento: Schopenhauer y Hegel. Una discusión sin fin.

La metafísica de Hegel parte del sujeto como sustancia; por tanto, el sujeto aprehende la realidad y la totaliza. Esta totalización ocurre en lo real mediante la razón subjetiva, es decir, el sujeto es racional también.  Tenemos entonces los principios de los que parte Hegel, a saber: el sujeto, la sustancia y la razón. Parafraseando a Hegel: “todo lo racional es real y todo lo real es racional”; este punto de partida nos indica la capacidad del sujeto para convertir mediante el desarrollo de la razón lo racional en real y viceversa. Schopenhauer objetaría en primer lugar que esa racionalidad subjetiva de la que parte Hegel no es más que una forma del pensamiento, determinada así mismo por la voluntad. Entonces dicha voluntad, entendida por Schopenhauer como el centro de su sistema, y que a nosotros, fieles humanos, se nos manifiesta en forma de volición: un manojo de fuerzas irracionales que finalmente controlan y determinan todas las formas de objetivación, es decir, todo.

Ahora bien, dicho desarrollo de la razón o espíritu ocurre dialécticamente, según Hegel, es decir progresa mediante la tensión de positividad e negatividad, es un autodesarrollo de la consciencia, y más aún, al ser el sujeto y su espíritu al mismo tiempo sustancia, tenemos la toma por asalto de lo real parte de la consciencia totalizante, la historia se constituye: el espíritu es al mismo tiempo la historia y ésta configura el espíritu. Para Schopenhauer esto sería un disparate, porque la consciencia y la racionalidad solo son emanaciones secundarias de eso que él denomina voluntad. Además, hay que dejar claro que Hegel al mismo tiempo que exponía su sistema partiendo del sujeto racional, este mismo sujeto era una expresión del Espíritu Absoluto, es decir para Hegel el Absoluto era visto como una finalidad histórica, un espíritu abismal y totalizante que sería capaz, en un momento dado del tiempo, de abarcar todas las contradicciones y darles sentido, una síntesis final producto de la lucha dialéctica y que fuera única en términos metafísicos. Schopenhauer concebiría más bien a la voluntad absoluta, es decir, el conjunto de fuerzas irracionales e inconscientes que nos configuran, siempre desde el contexto de lo pesimista, ya que la voluntad es naturaleza en estado bruto, esto es: decadencia, vejez y muerte.

La forma es esencia y la esencia es libertad: el devenir dialéctico del Espíritu Absoluto a través de los sujetos constituyentes de sí mismos y por extrapolación, de la realidad y la Historia, es una constante toma de consciencia y autodesarrollo, que implacablemente llevará a la humanidad a instancias más racionales y plenas. Aquí tenemos que el Absoluto crea el Estado e instituciones básicas de la vida civil que garantizan el comportamiento ético de sus integrantes; lo real al mismo tiempo que racional es ético. Schopenhauer no es tan optimista al respecto, más bien concibe al estado como un ente regulatorio, que impide a los integrantes devorarse entre sí, muy al estilo de Thomas Hobbes. Y la ética para Arthur es más bien el instinto de la negación de la voluntad, promovido por el exceso de inteligencia, la cual es noble, débil, insuficiente ante el caos del mundo de los fenómenos.

Tanto Kant como Hegel partían del sujeto; sin embargo, para Hegel no existía la impenetrabilidad de la “cosa en sí” y por ende la dualidad entre fenómeno y noúmeno. Para Schopenhauer también era imposible penetrar en la voluntad. Entonces en el pensamiento de Hegel era posible conocerlo todo, solo es cuestión de esperar el momento de verdad de la autoconciencia: el Absoluto abarcante de lo real.  De igual manera la exacerbación del individuo por parte de Kant en su filosofía subjetiva- que entroniza a sujeto como único garante del conocimiento-, es contrarrestada con el sistema hegeliano, que al seguir la dinámica del Espíritu Absoluto es constructora de Historia, donde el conjunto de los individuos son protagonistas: entroniza lo social como punto de partida, edificando las grandes estructuras de la modernidad occidental.  Schopenhauer contrarrestaba todo esto, si bien coincidía con Kant en el sujeto trascendental y sus formas determinadas de conocer, a la hora de extrapolar la voluntad, era más bien pesimista, y veía el esfuerzo inútil de todos los seres vivos por perseverar en su ser, y el intento de progresar como una estafa y un espejismo necesario. Para él, la historia de Occidente sería la historia de una ilusión, una fantasmagoría.

Estos dos oscuros gemelos marcaron una época de la filosofía; sus obras trascendieron su época. Sus sistemas son irreconciliables, parecerían hijos culturales de diferentes padres. Sus antípodas no tienen reconciliación, en un claro ejemplo de gran firmeza (que a veces raya en la testarudez). Hegel propone la racionalidad absoluta y Schopenhauer la irracionalidad absoluta; el primero ve el futuro como una gran promesa de la razón, el segundo como un horizonte perpetuo de miserias sin fin. Dos visiones, dos sistemas imperturbables, que dejaron seguidores sin fin a través del tiempo. Sus apóstoles siguen en esta gesta, un conflicto irresoluble de la voluntad consigo misma, o de la lucha dialéctica entre los opuestos, que va pintando para ser una discusión que perdurará a través de los siglos.