Categoría: Filosofía

Por: ALAN EDUARDO GARCIA AGUNDIS / Fecha: octubre 30, 2025

La disolución de los Estados Pontificios no fue solo política; reveló tensiones entre modernidad anticatólica y tradición, mostrando que la modernidad no fue universal ni neutral.

Los Estados Pontificios: entre la crítica anticatólica de la modernidad y sus defensores filosóficos

Introducción

En el presente artículo se analizará un fenómeno histórico que pareciera que para el mundo moderno ha sido olvidado. Este fenómeno tuvo por nombre el de los Estados Pontificios, que se desarrollaron desde el siglo VIII hasta aproximadamente la década de 1870. Se puede entender que solo eran estados gobernados por el papa, pero, todo lo contrario: eran, por así decirlo, la síntesis del poder espiritual y del poder temporal en el corazón de Europa central.

Estos estados, al ser católicos, siempre se encontraron atacados por muchos pensadores “modernos” como una especie de triunfo de su razón y de la soberanía popular frente al “atraso” que representaba el clero y su administración. Sin embargo, gran parte de las críticas —si no es que todas, pero especialmente las más destacadas, como las de Voltaire y Kant— no pueden comprenderse sin considerar un punto sumamente importante y determinante: se encuentran atravesadas por una tradición cultural y religiosa protestante, lo que da como consecuencia su odio reacio a todo lo que significa católico o ese pasado “desintelectual”.

Pero así como se extendieron las críticas a estos modelos, también hubo pensadores que defendieron la legitimidad de los Estados Pontificios como una especie de garante o repositorio del orden moral y político. Este artículo analiza ambas posturas: la crítica visceral de la modernidad protestante y la filosofía que, desde la tradición católica, defendió la existencia del poder temporal pontificio.

Los pensadores protestantes en contra del Estado católico y el ideal católico.

Uno de los pensadores que se denominaba deísta fue Voltaire, pero, aunque se denominaba así, creía que la ruptura protestante era un paso hacia la razón. Dicho autor es uno de los principales representantes de la Ilustración francesa, además de que ayudó a construir discursos contrarios a la Iglesia católica y sus instituciones, ya que la consideraba fantástica y enemiga del “progreso”. Esto se vio reflejado en sus ataques a los papas y a la institución eclesial, los cuales no se pueden entender sin considerar el paradigma que lo atravesaba: la idea del protestantismo que estaba invadiendo Francia y Europa.

Por lo tanto, para Voltaire, los Estados Pontificios eran la prueba viva de una institución política anclada en la superstición y la irracionalidad, incompatible con los conceptos de “modernidad”.

Otro autor anteriormente mencionado fue Kant, con su célebre texto ¿Qué es la Ilustración?. Dicho texto presentó a la obediencia religiosa como “minoría de edad”, asociándola de manera indirecta con las características que tenía la Iglesia católica, así como con la estructura política y jerárquica de aquel entonces. El sesgo de este juicio reflejaba no solo la crítica filosófica, sino también un trasfondo profundamente protestante y luterano, que concebía el catolicismo como una especie de “demonio” en la tierra que subyugaba a través de la idea del servir al semejante.

Se puede decir que el ideal kantiano de autonomía, aunque universal en su planteamiento, se encontraba profundamente influenciado por las ideas protestantes, puesto que rechazaba de manera directa la mediación eclesial católica. Esto se presentaba como una oposición directa frente a la idea protestante de una relación inmediata entre el individuo y Dios.

Por lo tanto, se puede deducir que esto no fue influenciado por la llamada razón natural o la reflexión neutral, sino más bien una especie de respuesta a los siglos de confrontación religiosa, además de ser respaldada por los estados mercantiles modernos. Se puede decir que la modernidad, en gran parte de su epistemología, se basó y se desarrolló atacando de manera directa al catolicismo como una especie de enemigo del progreso.

Siempre existen dos posiciones: ya analizamos las que atacan a los Estados Pontificios y el origen de esas articulaciones; ahora se analizará la otra parte, la de los pensadores que defendieron la legitimidad de los Estados Pontificios.

Frente a estas críticas, existieron filósofos y pensadores que defendieron la legitimidad de los Estados Pontificios. El experto en temas de soberanía y leyes, Joseph de Maistre, por ejemplo, llegó a considerar que el Papa debía ser ese custodio no solo de la espiritualidad, sino también de la política, actuando como una especie de garante del orden social y armónico frente al caos causado por las revoluciones en Europa. Por lo tanto, el presupuesto principal de Maistre era que la autoridad pontificia era un baluarte contra el relativismo moral y el desorden social.

Un excelente autor para abordar estos temas es Juan Donoso Cortés, pensador español del siglo XIX, cuyo principal presupuesto era la unión de lo político y lo religioso, sosteniendo que siempre los estados laicos, al separar la fe y la política, estaban condenados a la anarquía. Desde esa visión, el poder temporal del Papa llegaba a ser una especie de garante de la estabilidad y de la solidez frente al materialismo y el liberalismo moderno.

El siguiente autor prolífico que mencionaré es el teólogo y sacerdote Francisco de Suárez, uno de los máximos exponentes del Siglo de Oro español. Especialista en el derecho natural, era un arduo defensor de que la Iglesia poseía un poder indirecto sobre los asuntos temporales siempre y cuando estos afectaran la salvación de las almas, lo que para el interés moderno renacentista se puede entender como la protección de las garantías individuales del individuo. Aunque estas posiciones llegaban a ser pocas en comparación con la avasalladora creación de los protestantes, eran sólidas, no como un simple capricho religioso, sino como algo anclado tanto en la materialidad como en lo metafísico.

Algo que sucedió de manera evidente fue la disolución de los Estados Pontificios en 1870, tras la unificación italiana. Esto se interpretó dentro de los análisis históricos y políticos como una victoria del Estado laico sobre el poder clerical. Pero verlo de esa manera es un análisis reduccionista, ya que aún en los estados italianos esa disolución fue solo estatal, mientras que la cuestión religiosa sigue profundamente arraigada y, al estar inmiscuida en la vida espiritual, también se refleja en la vida social y moral.

Algo que no se debe dejar de lado es que la modernidad misma se construyó o tuvo su génesis sobre un discurso anticatólico que no siempre se basó en una epistemología neutral, sino más bien que se encuentra profundamente atravesado por la tradición protestante. Esto se refleja en la hostilidad hacia el Papa y hacia el poder eclesial. Lo que se rescata de esos teóricos es que representan que la modernidad no fue universal ni incuestionable, puesto que, tristemente, en la mayoría de las preparaciones superiores no se enseñan estas contraposiciones, sino únicamente lo que surgió como la modernidad.

Como conclusión, se puede decir que estos estados fueron los que principalmente se atacaban en materia ideológica, puesto que las bases de la práctica religiosa se pueden observar al día de hoy en Roma y los demás estados italianos. Estos filósofos como Voltaire, Jean- Jaques Rousseau y Kant se encontraban influenciados de manera teórica y práctica por movimientos protestantes y anticatólicos que se necesitaban la articulación de estos para poder de legitimar la autoridad pontifica y proponer una “autonomía” moderna. Pero frente a estos pensadores fueron surgiendo distintos pensadores como lo fueron De Maistre, Donoso Cortés y Suárez, que como hombres rectos y de ley defendieron la política del papado como una especie de gerente moral y de estabilidad.

Referencias:

De Maistre, J. (2007). Du Pape (J. Marías, Trad.). Tecnos. (Trabajo original publicado en 1819).

Donoso Cortés, J. (1998). Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo. Rialp. (Trabajo original publicado en 1851).

Kant, I. (2013). ¿Qué es la Ilustración? (E. Vázquez, Trad.). Alianza Editorial. (Trabajo original publicado en 1784).

Suárez, F. (1965). Defensio Fidei Catholicae et Apostolicae adversus Anglicanae sectae errores. Gregg International. (Trabajo original publicado en 1613).

Voltaire. (2007). Tratado sobre la tolerancia (M. C. Iglesias, Trad.). Alianza Editorial. (Trabajo original publicado en 1763)