Categoría: Cultural

Por: TANIA GARCIA RIVERA / Fecha: noviembre 13, 2025

Los adolescentes buscan pertenecer, libertad y sentido, pero hoy lo hacen en entornos digitales que los exponen a presiones, ideologías y carencias afectivas. Urge acompañarlos con afecto y ejemplo.

Durante nuestro Café Filosófico reflexionamos sobre la etapa de la adolescencia: ese periodo vital en el que los jóvenes buscan pertenecer, ser reconocidos y sentirse amados, donde también anhelan conquistar su autonomía y encontrar su papel en el mundo.

Para lograrlo, reconocimos que los adolescentes exploran lo desconocido, lo prohibido y lo que les resulta estimulante. A menudo adoptan la rebeldía como forma de cuestionar las normas establecidas y romper con lo obsoleto. Dijimos que, en este proceso, asumen distintos roles, se transforman, se contradicen y se dejan influir, intentando descubrir quiénes son. Así han sido los adolescentes de todos los tiempos.

Sin embargo, también pudimos ver que los de hoy enfrentan desafíos particulares. Buena parte de sus vínculos sociales ocurre en entornos virtuales, donde predomina la comparación, la necesidad de sobresalir y el miedo a ser “cancelados”. Además, las redes sociales los acompañan a todas horas, lo que incrementa la presión por mostrarse exitosos y felices, a costa de su bienestar emocional e incluso de su integridad.

A esto se suma la falta de presencia emocional de muchos padres, absorbidos también por las exigencias de la vida moderna. Algunos compensan su ausencia con permisividad o sobreprotección, sin advertir que los hijos necesitan, ante todo, atención y escucha genuina.

Otro de los grandes desafíos para los jóvenes actuales es la presencia de los influencers y de los contenidos digitales dirigidos a ellos. Detrás de estos discursos, a menudo se esconden intereses económicos y políticos que moldean sutilmente sus creencias, generando una especie de adoctrinamiento invisible.

Durante la charla, se mencionó que los adolescentes tienden a relativizar las normas sociales, lo que los deja, en ocasiones, sin estructura ni referentes sólidos. Esto puede llevarlos por caminos fáciles o superficiales. Sin embargo, también se reconoció que muchos jóvenes de hoy poseen una nueva conciencia: se preocupan por la crisis ambiental, las injusticias sociales y la inclusión de las minorías. Algunos participantes vieron en ello un signo de esperanza, una expresión de sensibilidad y sentido crítico.

Otros, en cambio, consideraron que esa aparente conciencia crítica muchas veces es solo una respuesta a las modas del momento. De ahí surgió una observación importante: los adultos tampoco siempre ejercemos un pensamiento crítico sólido, por lo que antes de exigirlo a los jóvenes, debemos desarrollarlo nosotros y encarnarlo como ejemplo.

En este sentido, se resaltó que los adolescentes necesitan, más que sermones, afecto y coherencia. En ese sentido, reconocimos que los padres tienen un papel monumental, pues no solo deben ser modelos de estabilidad emocional y ética, sino que también fungen el difícil papel de cuidados y manutención de los chicos. Por eso mismo, también ellos requieren apoyo y acompañamiento.

Asimismo, reconocimos la importancia de brindar ayuda profesional a los jóvenes que lo necesiten para sanar heridas emocionales y fortalecer su autoestima. Muchos coincidimos en que, de haber recibido ese acompañamiento a tiempo, nuestra propia entrada a la vida adulta habría sido más sana.

Como conclusión, los participantes coincidieron en la urgencia de atender las necesidades afectivas y racionales de las nuevas generaciones, pues serán ellas quienes construyan el tejido social del futuro. Todos nosotros, como miembros de la comunidad, tenemos la responsabilidad compartida de ofrecerles un entorno que los sostenga y los inspire.