En un artículo anterior, hemos hablado de Porfirio Díaz, particularmente desde la visión de Garner. Si el lector está interesado en ampliar la información de este artículo, el anteriormente nombrado le será de gran utilidad para comprender el contexto previo, principalmente el político, que llevará a la nación mexicana a una revolución. Sin embargo, tal como lo mencionamos en el artículo anterior, la historia para ser bien comprendida tiene que dejar atrás el juicio de “buenos” y “malos” que nos impide ver claramente tanto los aspectos positivos como negativos de ambos bandos.
El gobierno de corte dictatorial que mantuvo a Porfirio Díaz en la silla presidencial por tres décadas está plagado de dicotomías. Por un lado, tanto simpatizantes como detractores, nos hablan de los grandes avances en la industrialización y el crecimiento económico. Sin embargo, al mismo tiempo que crecía la economía, lo hacía solamente para unos cuantos. Esta rápida transformación económica creó una mayor distancia entre los más ricos y las clases medias, el proletariado y los campesinos, quienes sufrían las crisis, la inflación y la represión política. Por lo mismo, independientemente de los resultados macroeconómicos, México se verá inmerso en una serie de problemas socioeconómicos y sociopolíticos que escalará en tensión hasta terminar en el movimiento armado que conocemos como la Revolución mexicana.

No todos los historiadores concuerdan en la forma en que describen la permanencia de Díaz en el poder. La historiografía sobre el porfiriato y la Revolución es muy amplia, y con diversos puntos de vista. Sin embargo, suele haber cierto consenso en que no todas las décadas de Díaz en el poder se vivieron de igual forma. Por ejemplo, la década de 1890 y la de 1900 experimentan resultados muy diferentes en cuanto al crecimiento económico, a su vez que la estabilidad social y el sentimiento de bienestar se ve transformado por completo. De acuerdo con Paul Garner “uno de los problemas principales en la interpretación del «porfiriato» radica en que se haya prestado tanta atención a los períodos penúltimo y último de su presidencia (1906-1910, 1910-1911)”1. Es decir, para Garner, se ha hecho un sobre énfasis en el periodo de mayor crisis, sin tomar mucho en cuenta los aspectos positivos de las dos primeras décadas. Para Garciadiego la década de 1890 “se caracterizó por un ascenso y consolidación en el poder […] fue de auge y se distinguió por la prolongación y perfeccionamiento de la estabilidad política”2. Y de nuevo, aparece el año de 1906 como un señalamiento importante y notorio del cambio que había experimentado el porfiriato al comienzo del siglo. Los conflictos obreros de Cananea y Río Blanco, en Sonora son muestra relevante de ello. Y los problemas seguirán en aumento, pues, en 1907 y 1908 se vivirán crisis económicas a lo largo y ancho del país.
Las crisis obreras y económicas incrementaron y visibilizaron de manera significativa el descontento que ya se vivía en el país, generando con esto mayor inestabilidad. Además, el gobierno de Díaz, otrora exitoso por medio de represión, consideró que esa era la respuesta más apropiada. Y no solo respondió conteniendo los movimientos obreros, sino que además “no hay duda de que después de 1906, el régimen adoptó tácticas cada vez más represivas para enfrentarse a las recientes manifestaciones de descontento y disidencia”3. Estas represiones en lugar de tener el efecto deseado, terminaron por impulsar aún más a aquellos grupos enardecidos que señalaban a Díaz y su gobierno como responsables de la inestabilidad en el país.
Además, cabe mencionar que Porfirio no solo tenía que lidiar con el descontento generalizado de la población, sino que otro de los aspectos que llevaron a la caída su régimen fue la propia división interna. Por un lado, el control que el dictador mantenía otrora sobre los militares y los gobiernos estatales fue disminuyendo, lo que provocó una reacción por su parte que lo llevó a quitar al gobernador Miguel Cárdenas de Coahuila, imponiendo a Práxedes de la Peña. “Su intervención [en el gobierno de Coahuila] fue un grave error, uno de los muchos que se cometieron durante los últimos meses del régimen y que provocó la hostilidad política de secciones importantes de la élite”4. Y como suele suceder en política, cada movimiento hostil y de rechazo a Díaz generaba nuevas reacciones de disgusto, que como un alud, terminó precipitándose y culminó en el alzamiento del movimiento armado.
Dentro de los movimientos políticos contrarios a Díaz, quizás fue el de Madero uno de los más populares. Su movimiento antirreeleccionista iba tomando cada vez más fuerza y tomaba forma, por un lado, con “La sucesión presidencial en 1910” publicada por Francisco Madero y por otro lado, con el contraste entre lo dicho en la entrevista otorgada a Creelman dos años previo a las elecciones y lo que realmente ocurrió como resultado en las urnas. El ejército porfiriato no pudo contener de manera efectiva las primeras revueltas. Aquel ejército que antes fue de gran ayuda estratégica para Díaz, demostró que no tenían la capacidad para defender a su gobierno, esto debido a que “la debilidad, la desmoralización […] recortes en el personal y por su incompleta profesionalización, quedaron expuestos en su fracaso al intentar contener los primeros levantamientos revolucionarios”5. Finalmente, Porfirio Díaz, no pudiendo mantenerse más en el poder, reconoce que la situación era ya insostenible. Así que el 25 de mayo de 1911 presenta al Congreso una carta de renuncia, y unos pocos días después parte para su exilio a Francia. Madero toma la presidencia a finales de 1911 y por poco más de un año parece que México pudiera tomar un rumbo distinto.

La caída de Díaz ha sido interpretada de distintas formas en la historiografía. Para algunos, Díaz ya se encontraba en una edad avanzada (de ochenta años) que le impedía ser aquel mandatario que mantenía todo bajo su control. Además, sus capacidades de personalismo y patronazgo decayeron en gran medida, mientras que sus decisiones de intervención en gobiernos locales terminó por atizar las insurrecciones. Para otros autores, la caída del porfiriato también se vio afectada por asuntos coyunturales de tipo político y económico, antes los cuales el mismo Díaz pudo hacer muy poco.
Sin embargo, ni tras la caída de Díaz, se logró un consenso. Los grupos armados del sur buscaban un objetivo distinto al de los del norte, los constitucionalistas tendrán su propia agenda, y el ejército la suya. Esto sin contar a todos aquellos que se unían a la revolución sin una finalidad específica. Garciadiego lo llama la “guerra de facciones”6. La Revolución Mexicana no tuvo realmente ninguna unidad y no fue un solo movimiento, sino más bien una aglutinación de movimientos de un país que no encontraba su rumbo tras liberarse de más de treinta años de una dictadura llena de dicotomías.
A pesar de que sin Porfirio en el país se pensaba que habría un México unido, tranquilo y estable, fue poco el tiempo que duró esta ilusión. El atentado a Madero y su vicepresidente, que terminó con la vida de ambos, irónicamente nos demostró que con la partida de Díaz, todo intento por lograr en México “paz, orden y progreso” será infructuoso por toda una década. El movimiento armado de la Revolución Mexicana no terminará propiamente hasta finales de 1920. Esto sin tomar en cuenta que ni siquiera en cuanto a los objetivos de la propia revolución se podían poner de acuerdo del todo los diferentes grupos liderados por Villa, Zapata, Obregón, Orozco y Carranza. Continuó el hambre, las crisis económicas y la desorganización del país llegó a un punto quizás jamás antes experimentado. Esto nos hace poner a Porfirio Díaz como una figura política e histórica difícil de clasificar. Por un lado, un gran estadista, por otro un dictador despiadado. Quizás como dice Garner, nos toca pensar menos en los mitos alrededor de Díaz y la Revolución y más en la realidad histórica.
Garciadiego, Javier. 2011. Ensayos de Historia Sociopolítica de La Revolución Mexicana. El Colegio de México; México.
Garner, Paul. 2015. Porfirio Díaz. Entre el mito y la historia. Editorial Crítica; México.
1Garner, Paul. 2015. Porfirio Díaz. Entre el mito y la historia. p. 279.
2 Garciadiego, Javier. 2011. Ensayos de Historia Sociopolítica de La Revolución Mexicana. pp. 73 – 74.
3Garner, Paul. 2015. Porfirio Díaz. Entre el mito y la historia. p. 281.
4Ibid. p. 288.
5Ibid. p. 310.
6Garciadiego, Javier. 2011. Ensayos de Historia Sociopolítica de La Revolución Mexicana. pp. 112 – 115.