En una industria donde predominan los disparos, la velocidad y la espectacularidad, Fumito Ueda ha logrado abrir un espacio propio a través de una propuesta profundamente emocional, contemplativa y artística. Sus videojuegos no se centran en la acción, sino en la atmósfera, el silencio y la conexión emocional entre los personajes. Ueda ha demostrado que, en el mundo del entretenimiento digital, menos a veces puede ser mucho más.
Un comienzo artístico
Nacido en Tatsuno, Japón, Ueda estudió en la Universidad de Artes de Osaka, donde se formó en artes visuales. Aunque en un principio intentó desarrollarse como artista independiente, su rumbo cambió al ingresar a la industria de los videojuegos en 1995, trabajando como animador en Enemy Zero. Poco después se uniría a Sony Computer Entertainment, donde comenzaría a desarrollar su primer gran proyecto: Ico.
Inspiraciones que trascienden el videojuego
Ueda no es un desarrollador común. Su enfoque está influenciado por el cine, el arte y la filosofía. El cineasta ruso Andrei Tarkovsky, con su estilo pausado y meditativo, marcó profundamente su visión. También el universo de Hayao Miyazaki —especialmente La Princesa Mononoke— influyó en su manera de retratar la relación entre el hombre, la naturaleza y lo espiritual.
Visualmente, sus escenarios remiten a la pintura surrealista de Giorgio de Chirico y al romanticismo melancólico de Caspar David Friedrich. Espacios vacíos, arquitectura monumental, y figuras diminutas frente a paisajes inmensos evocan una sensación de soledad, asombro y trascendencia.
Tres obras, un estilo inconfundible
Ico (2001): Una historia minimalista entre dos personajes que apenas hablan, pero cuyo vínculo emocional se transmite a través del diseño, la atmósfera y la mecánica de juego. Una obra pionera en la narrativa visual.
Shadow of the Colossus (2005): Un viaje solitario en busca de redención. Enfrentar colosos no es solo un desafío físico, sino también moral. ¿Vale la pena destruir algo majestuoso por amor?
The Last Guardian (2016): Una evolución natural de su estilo, centrada en la relación entre un niño y una criatura mítica llamada Trico. El vínculo se construye lentamente, mediante confianza, miradas y momentos compartidos.
Temas y estilo
La obra de Ueda gira en torno a ciertos temas recurrentes:
Relaciones profundas sin necesidad de palabras.
Espacios grandes y vacíos que invitan a la reflexión.
Contrastes visuales entre lo bello y lo amenazante.
Música emocional, siempre presente como un narrador invisible.
Sus juegos no buscan complacer de inmediato. Tienen controles deliberadamente imperfectos y un ritmo pausado que puede desconcertar a quienes esperan gratificación instantánea. Sin embargo, quienes conectan con su propuesta suelen recordarla como una experiencia única.
Un legado silencioso pero profundo
Pese a tener solo tres títulos, la influencia de Ueda es inmensa. Juegos como Journey, Brothers: A Tale of Two Sons, Rime o incluso obras de Hidetaka Miyazaki (Dark Souls) han reconocido su huella. Ueda abrió una puerta a una nueva forma de entender los videojuegos: no solo como entretenimiento, sino como una forma de arte emocional y filosófica.
Conclusión
Fumito Ueda no necesita grandes explosiones ni tramas complejas para conmover. Sus mundos hablan en susurros, con ecos de soledad, amor y pérdida. Sus juegos invitan a detenerse, mirar, escuchar… y sentir.
En un medio donde el ruido es la norma, él eligió el silencio. Y en ese silencio, dejó una marca imborrable.