Para introducir el tema de las concepciones de Dios en Isaac Newton y Gottfried Wilhelm Leibniz, se puede comenzar resaltando cómo ambos filósofos y científicos del siglo XVII, desde distintas perspectivas, intentaron reconciliar la fe y la razón en el contexto de la cosmología.

Lo primero que quiero resaltar es la percepción de Dios que cada uno de estos personajes tenía. Newton ve en Dios un Ser que creo el mundo “solo porque podía hacerlo”, no por amor ni por mostrarse a la humanidad como un Dios misericordioso, sino solamente como un Dios soberano, un Ser seco y completamente ajeno a la humanidad, carente de todo apego a su obra, que por esa misma soberanía fue capaz, no solo de crear, sino también de sostener, además Newton es de la idea que Dios no es trino, que está muy alejado a ser el Dios de las Sagradas Escrituras.
Para Leibniz, Dios es igualmente el creador, pero a diferencia de Newton, Dios, si es trino, es un Dios de amor, es misericordioso con su creación, es sin lugar a dudas sensible al hombre, quien es el fin y la corona de su creación.
En este pensamiento Leibniziano de un Dios amoroso, podemos ver a un personaje que no lo vemos en la concepción Newtoniana, y es a Jesucristo, que es de suma importancia para Leibniz, ya que es Jesucristo quien revela al mundo el amor de Dios. Como el mismo Leibniz lo dijo, solo Jesucristo ha podido revelar de manera divina la verdad sobre del amor de Dios (Pérez, p. 7.)
Para Newton, el mundo es infinito e inmaterial, puesto que su razonamiento lo lleva a pensar que, si Dios es infinito e inmaterial, su creación, o sea el mundo, reflejará esa cualidad de Dios, esto también lo lleva a pensar que el tiempo-espacio no tiene que ver con la Tierra, sino con Dios.
En Leibniz podemos encontrar que el espacio-tiempo han sido creados en el momento mismo de la creación de la Tierra.
En contraste a las leyes físicas de Newton, en Leibniz encontramos que estas leyes son el fruto del Λόγος (Logos) de Dios y solo para aclarar, este Logos es Jesucristo, según lo que nos dice el evangelio de Juan (Juan 1:14).
“Καὶ ὁ λόγος σὰρξ ἐγένετο καὶ ἐσκήνωσεν ἐν ἡμῖν καὶ ἐθεασάμεθα τὴν δόξαν αὐτοῦ δόξαν ὡς μονογενοῦς παρὰ πατρός πλήρης χάριτος καὶ ἀληθείας” Stephanus Textus Receptus, 1550.

“Y aquel Verbo (Logos) fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”
Así que, en el pensamiento de Leibniz no encontramos un principio matemático como en Newton, sino más bien metafísico o, mejor dicho, la razón en Leibniz es el λόγος de Dios.
En la filosofía de Leibniz, encontramos a Dios como un Ser racionalista y prudente, no es frío ni seco, como la concepción de Newton.
Lo que podemos ver en la cosmología de Leibniz es que, Dios nos puso en el mejor de los mundos posibles, a excepción de Newton, quien creía que Dios simplemente no había arrojado aquí, esto lo menciona Leibniz porque él apela a que hay que hacer una diferencia en el punto de vista de Dios y en el nuestro, por eso Leibniz dice que, Dios racionalmente, nos colocó en este mundo por amor y lo menciona de la siguiente manera: “si no hubiera la mejor serie posible, Dios no habría creado nada, pues no puede obrar sin una razón o preferir lo menos perfecto a lo más perfecto.” (Mora, p. 3004).
Otro contraste que encuentro entre estos dos pensadores es que, en la filosofía de Newton no existe lugar para cuestionar a Dios, ya que su concepto de Dios frío y ausente, no le permite al ser humano cuestionar a su creador, porque no está presente, mientras que, para Leibniz, su filosofía es diferente, invita cuestionar y buscar respuestas, porque para él, Dios mismo ofrece las respuestas a quien se atreve a preguntar, y además de esto, Dios pide al hombre que lo cuestione.
A diferencia de Newton, Leibniz apuntaba a que no todo era física geométrica, puesto que en el origen del movimiento de los cuerpos siempre tiene que existir una fuerza externa y que esto no podía ser la verdadera dinámica, ya que esta fuerza que permitía el movimiento era clara en los cuerpos vivos.
Para Leibniz, sería un error reducir toda la creación a simples matemáticas, él apunta a que la física se fundamenta en la Metafísica, siempre sería “ir más allá de la física”.
Newton es un fiel creyente atomista, cree que los átomos y el vacío son lo que forman las cosas.
La gravedad es lo que para Newton gobierna; esta sería su única ley universal.
Esta se compone (si se puede decir así) de una fuerza que provoca que los cuerpos se atraigan.
La duda que Newton desarrolla con su teoría de la gravedad es: ¿Cómo es que la gravedad trabaja? (Y esa duda sigue hasta nuestros días). Ya que si el espacio es en su mayoría vacío, ¿cómo pude pasar de un cuerpo a otro? ¿Será por contacto corporal o por medio de un éter inmaterial ajeno al espacio?
En Dios, se encuentra un Ser dinámico, quien no solo es el creador, sino también impulsor del movimiento del mundo, cuidando su elipse y manteniéndolo funcional, tan matemáticamente exacto que no habría duda de que es Dios quien lo controla.
El mundo, según nos dice Newton, está encerrado en el tiempo, pero este tiempo es solo lo que se conoce como cronología, lo que ayuda a que la historia de la humanidad pueda ser desarrollada. Por lo tanto, no hay tiempo, solo hay cronología.
El espacio es solamente el lugar creado para depositar todo ahí.
Para Newton, el hecho de que todo funcione tan exacto, tan matemáticamente, es un claro ejemplo de que el “dedo Poderoso de Dios” es quien mantiene en un perfecto orden toda su creación, así que, para él, está científicamente comprobado que Dios existe. La cosmología Newtoniana sería totalmente espiritualista.
Referencias.
Pérez De Laborda, Alfonso. El mundo como creación. Ensayo de filosofía teológica. Ediciones Encuentro, S.A. Madrid España. 2002
Biblia Paralela. https://bibliaparalela.com/multi/john/1-14.htm
Mora, José Ferrater; Terricabras, Josep-María (1994). «Razón suficiente». Diccionario de filosofía. Grupo Planeta (GBS). pp. 3004-3007. ISBN 978-84-344-0504-2. Consultado el 8 de noviembre de 2024.