Una luz verde flotante apareció en el cielo, cambiando mi tranquila tarde y dejándome con preguntas sin respuesta sobre lo que vi.

Perdido entre montañas de telas en Parisina, sentí una mezcla de aventura y nervios hasta que escuché la voz de mi mamá llamándome.

Lola se soltó y corrió hacia una casa que creía abandonada. Allí, conocí a una anciana que vivía sola, desafiando las apariencias.

Nadé en el lago a pesar de las advertencias y terminé con sarpullidos; mi tía usó limones para aliviar la picazón. Ahora lo recuerdo con una sonrisa.