Introducción
En el presente artículo se hablará de un tema sumamente interesante, puesto que parte de lo que significa Occidente ante el mundo y que esta práctica ha marcado la pauta para que puedan atacar de una manera “ética” y, además, que ha funcionado de una manera interesante para develar ese yo al que pocas veces nos acercamos de manera directa. Eso que lo constituye es el sacramento de la confesión o la reconciliación, puesto que el nombre que se emplea a partir de la Edad Media es el de la reconciliación con Dios. A mi parecer, algo que siempre hemos escuchado alguna vez en la vida es que existe la crítica foucaultiana de que este sacramento ayudó a generar una construcción de lo que se denomina como la subjetividad occidental, puesto que se le exige al individuo (aunque en la práctica es voluntario, puesto que no se pide en familias o contextos católicos que se haga, solo para comulgar, pero existen articulaciones modernistas donde ya este sacramento queda de lado a través del acto de contrición) un relato minucioso de su interioridad. Dejando esa lectura, la confesión nos permite darnos cuenta de que da una comprensión teológica del hombre como un ser que se encuentra relacionado con su entorno y que, por lo tanto, desde una lectura católica, la identidad se configura junto con la gracia divina. En el presente ensayo se abordarán tres temas principales: la confesión medieval como modelo de subjetividad, la contraposición con la introspección protestante y el psicoanálisis, y, por último, el significado teológico y cultural en la modernidad.
1. La confesión medieval y la interioridad cristiana
Hay un hito fundamental para la Iglesia católica, que es el IV Concilio de Letrán en el año de 1215, en donde la Iglesia estableció como una obligación de tipo dogma la confesión anual. Esto, más que una nueva implementación, fue una institucionalización de una norma moral, puesto que se puede rastrear hasta las partes del inicio del cristianismo, solo que las confesiones eran comunitarias, donde se confesaba de manera directa con el pueblo y el obispo en función de los apóstoles. Pero en ese concilio se hace de manera oficial y, por lo tanto, se integra en el derecho canónico. Esto dio como resultado que la salvación ya no solo dependiera de pertenecer a la comunidad (que si no se cumplen las reglas, entonces no es una comunidad), sino del examen personal de conciencia. Esta práctica llegó a fomentar una nueva manera de interioridad.
Uno de los autores que lo analizó fue el filósofo francés Michel Foucault en La historia de la sexualidad (1976). La confesión ayudó a generar una promoción de una cultura de verbalización, en donde el creyente debía narrar de manera exhaustiva sus pensamientos, deseos y, además, actos más íntimos al confesor. Dando como resultado que la confesión daba la pauta de que la construcción de un individuo occidental consideraba al sujeto como inferior (y desde la lógica católica siempre será así, puesto que Dios es el que es superior y dueño de todo). Pero reducirlo de manera muy simple a control social es algo burdo, puesto que la confesión es un encuentro sacramental con el Todo y, en especial, con la gracia, donde se reconoce la fragilidad, pero también la redención a través de la gracia.
2. Confesión, protestantismo y psicoanálisis
Algo que generó un antes y un después fue el cisma protestante, donde la confesión y todos los sacramentos fueron rechazados en menor o mayor medida; en este caso, la mediación se vio como innecesaria. Martín Lutero sostuvo que la relación solo se daba de manera directa con Dios, obviamente sin la figura del sacerdote y, por lo tanto, del confesor como mediador. Esto generó una forma distinta de subjetividad, en el lugar de un yo que se reconoce. Transformada en el diálogo sacramental, emergió un yo que es sumamente “autónomo”, que se examina en conciencia ante Dios sin una mediación eclesial.
Por lo tanto, en la modernidad, esta herencia se generó como una secularización para que existan unas prácticas de exploración del yo. El psicoanálisis, fundado por el Dr. Sigmund Freud a finales del siglo XIX, retoma el gesto de la confesión en clave laica: el paciente expone sus deseos y recuerdos reprimidos mediante la asociación libre, y el analista ayuda a interpretar o guiar ese relato. Aunque Freud no lo reconociera explícitamente, la dinámica psicoanalítica conserva la estructura básica de la confesión: la verbalización de la intimidad para alcanzar sanación.
Por lo tanto, se puede decir que la confesión sacramental fue matriz cultural tanto de la introspección protestante como de casi todas las psicologías modernas, obviamente con horizontes distintos: la primera siempre orientada hacia la gracia y la segunda hacia el conocimiento y la salud.
3. Significado teológico y cultural en la modernidad
Se debe analizar que, en la modernidad secular, la confesión enfrentaba críticas por considerarse una práctica de control o de culpa excesiva. Sin embargo, su vigencia ayuda a encontrar una respuesta a una necesidad más profunda, que es la búsqueda humana e inherente de la reconciliación y del sentido. La confesión de tipo sacramental ayuda a ofrecer una visión de la subjetividad distinta a la moderna. El yo no es solo una especie de ente que se separa completamente de su realidad social o autónomo, como se dice actualmente, sino que se encuentra relacionado y ayuda a alcanzar su verdad en el reconocimiento de sus límites y en la apertura a la misericordia.
Se deduce de manera adecuada que la confesión no solo es un santo rito religioso, sino más bien una especie de acto que configura la mente en la que Occidente entiende su yo. Ahora, al intentar encontrarse a través del psicoanálisis o la introspección de tipo secular, este sacramento nos recuerda que la identidad nunca se encuentra realizada por uno mismo, sino en la relación con Otro que salva y perdona.
Conclusión
Se puede concluir que la confesión sacramental ayudó a desempeñar un papel central en la construcción de la subjetividad occidental. Puesto que surge como una práctica teológica, pero con el mundo moderno necesita el exteriorizar con la comunidad para poder unirse con esa sociedad, estos modelos seculares fueron los de la terapia y el individualismo con Dios.
Referencias
Concilio de Letrán IV. (1215/2000). Decretos y cánones (J. M. Rovira, Trad.). Biblioteca de Autores Cristianos. (Trabajo original publicado en 1215).
Foucault, M. (1976/1998). Historia de la sexualidad I: La voluntad de saber (U. Guiñazú, Trad.). Siglo XXI Editores. (Trabajo original publicado en 1976).
Freud, S. (2006). El malestar en la cultura (L. López-Ballesteros, Trad.). Alianza Editorial. (Trabajo original publicado en 1930).
Lutero, M. (1520/2012). La libertad del cristiano (J. García, Trad.). Editorial Sígueme. (Trabajo original publicado en 1520).
Tomás de Aquino, T. de. (2012). Suma teológica (J. Martínez, Trad.). Biblioteca de Autores Cristianos. (Trabajo original publicado 1265–1274).
