La filosofía es el fundamento de todo conocimiento humano, inició cuando los primeros filósofos se formularon las preguntas primordiales para después establecer el concepto de la filosofía en sí, tales preguntas llevaron a la obtención del conocimiento que luego se transmitiría para sentar las bases de la práctica docente de forma global y donde también a través del tiempo se desarrollarían las teorías educativas que dieron forma a la educación.
Tomando en cuenta lo anterior, es de suma importancia recordar los orígenes de la filosofía, ya que fueron los filósofos los que desarrollaron los métodos para la obtención de respuestas y conocimiento, esta fue la base de la teoría educativa que permitió posteriormente sustentar y dar apertura a las demás disciplinas que en conjunto comprenden la práctica docente, esta primitiva relación fue fundamental en el proceso educativo. “Sobre la base de esta relación entre teoría y práctica, la Teoría de la Educación aspira a generar una fundamentación científica de la acción educativa, capaz de reconvertir la intervención educativa en una intervención pedagógica” (Urpi, 2010, p. 166).
La teoría educativa se fue desarrollando hasta el punto de ser una disciplina científica más del abanico del conocimiento humano y como tal se integró con las demás ramas científicas con el propósito relevante de mejorar el objetivo en común de la educación para lograr así un impacto social globalizado.
La filosofía, además de ser el origen de la educación como disciplina, continúa ligada a ella, debido a que le permite moldear sus objetivos y la forma en que comprendemos las teorías educativas y la docencia, también cómo es que se involucran los docentes y los alumnos, ya que sin este binomio la educación no tendría sentido. No debemos olvidar que la educación debe ser libre y globalizada para asegurar la equidad educativa de forma universal, “la aspiración se orienta hacia un espacio libre de intercambio y de transmisión del conocimiento científico y hacia una mejor formación de las futuras generaciones” (Urpi, 2010, p.164).
La filosofía nos permitió crear un puente entre la teoría y la práctica, es decir, entre la teoría educativa y la docencia (práctica docente) que proveyó el sustrato ideológico para la creación de una disciplina científica que no solo se dedicó a teorizar los aspectos de la educación, sino que se convirtió en un fenómeno educativo que rindió mejores frutos.
Debemos tomar en cuenta que en el engranaje educativo son muchos los factores y las disciplinas que intervienen, solamente se requiere del fallo o de la falta de cooperación o integración de una de ellas para no alcanzar la meta deseada, no basta que la filosofía integre la teoría y la práctica, sino que su aplicación óptima también depende del Estado, es decir, de la política educativa. También intervienen la cultura, el desarrollo social y económico, debe existir un interés profundo, real y comprometido de todas las partes involucradas, pero teniendo en cuenta siempre que debe ser libre, sin embargo, es importante no caer en el libertinaje, por ende, debe existir también cierto límite, aun cuando este únicamente sea ideológico.
El fenómeno educativo es en sí un proceso dinámico, tal como también lo son la infinidad de disciplinas que lo componen, siempre debemos abordar su evolución considerando dicho avance, no podemos permitir retrocesos educativos, ya que irían en contra de uno de los objetivos primordiales de la educación que es el del beneficio social global a través del conocimiento, dicho dinamismo permite una comprensión cada vez mejor de la teoría educativa, la cual no debe enfocarse únicamente en el componente de la enseñanza, sino también en el componente del aprendizaje, como ya se mencionó antes es un binomio indisoluble, no puede enfocarse todo el esfuerzo para la mejora continua de la educación solo en el maestro, ya que dejaríamos a un lado el objetivo principal del educador, es decir, el educando.
La teoría educativa involucra a todo el proceso educativo mencionado en el párrafo anterior, por ende, debe encargarse de todo el espectro que influye en la impartición de la educación, dándole siempre un marco de impacto o de ejecución práctico. La Teoría de la Educación, pues, solo tiene sentido si es teoría para la práctica; o, si se quiere, saber para hacer. (Gargallo, 2002, p. 23).
La teoría de la educación se ha desarrollado a tal grado que ha sustituido a la pedagogía convencional, debido a que esta no contiene implícito el fenómeno educativo en su sentido más amplio porque solamente se encarga del proceso de educar, en cambio, la filosofía se encarga de darle dirección a la educación, le brinda las bases filosóficas para orientar los objetivos del proceso global e individual, puesto que toma al ser humano como el principio fundamental de la educación. “Esta preocupación de la persona humana por la educación se fundamenta en su misma naturaleza, y como fenómeno constante ha sido la garantía más segura de dar continuidad a la civilización y a la cultura de los pueblos” (Pazmiño, 2008, p. 112). Lo anterior determina de forma contundente el futuro de una sociedad en su conjunto, dado que el ideal educativo es otorgar conocimientos que lleven al bienestar social.
La práctica docente fue malinterpretada durante mucho tiempo por culpa de la escuela socrática, ya que convencionalmente se pensaba que la filosofía socrática podía ser aprendida solo a través de la transmisión del conocimiento, sin embargo, lo que Sócrates pretendía era demostrar que la filosofía debería aprenderse a través de la práctica y la observación, las cuales nos llevan a un análisis profundo de las cosas y es a partir de ahí que obtenemos el conocimiento, sin práctica no hay aprendizaje, y es mediante la práctica que la filosofía y la teoría educativa evolucionan y se integran. Siempre debe existir una estrecha relación entre la filosofía y la educación, que salvaguarde y defienda los principios de esta última, y su mutuo objetivo en común, que es el ser humano.
Es tarea fundamental de la filosofía seguir cuestionándose sobre los parámetros de la educación y su beneficio para el hombre, ¿en qué forma se obtiene el conocimiento?, ¿qué valor tiene el conocimiento que se obtiene?, ¿qué meta es la que debemos fijarnos como especie?, ¿existe un límite para el conocimiento?, ¿cuáles son las bases morales del conocimiento?, y un sinfín de preguntas más que deben orientar a la teoría educativa y su aplicación en la práctica docente.
Dicha interacción no puede ser estática o inanimada, sino completamente dinámica para poder así retroalimentarse y reorientar sus objetivos. Es cierto que como especie, el ser humano ha dejado de hacer las preguntas primordiales respecto de la educación, hemos avanzado en el desarrollo para empezar a realizar cuestionamientos más profundos que tienen que ver con la evolución no solamente humana, sino científica y tecnológica para no apartarnos del objetivo del bienestar común. El desarrollo de la inteligencia artificial y la computación cuántica ha demostrado tener implicaciones inimaginables en el campo de la educación que hace años hubiesen parecido solo ficción, pero hoy es una realidad apabullante y más que eso, preocupante.
Deben normarse los modelos educativos de autoaprendizaje de los ordenadores, puesto que no podemos determinar a ciencia cierta que estos siempre buscarán el bien común general o el principio fundamental de la bioética, el no hacer daño, el reto parece por ahora inalcanzable, pero es esto precisamente lo que debe mantener muy vigente la integridad de la interacción filosofía – teoría educativa – práctica docente cómo una condición tripartita indivisible.
Una educación que no esté estrechamente integrada con la filosofía es sencillamente inconcebible, su relación es forzosa e indispensable.
La filosofía es el arte de preguntar, de cuestionarse de manera fundamental, de formular las preguntas correctamente e intentar responderlas mediante razonamientos lógicamente estructurados. Por lo tanto, la filosofía no caduca, porque mantiene viva la inquietud del ser humano por lo que no se sabe. (Romano, 2011, p. 48)
Referencias.
• Urpi C. (2010). Perfiles Educativos | vol. XXXII, núm. 127, 2010 | IISUE-UNAM.
• Gargallo López. (2002). La teoría de la educación. Objeto, enfoques y contenidos. Teor. educ. 14.
• Pazmiño A. (2008). “Relación, interacción e implicación entre la filosofía y la educación.” Sophia, Colección de Filosofía de la Educación, vol., no. 4.